sábado, 28 de abril de 2007

DE ROBERT K. RESSLER A JEFFREY DAHMER

Por Patricia Martínez Llenas

Robert K. Ressler

*Un reportaje de Carlos Aimeur

Criminólogo y perfilador psicológico del FBI, creador del término “asesino en serie”

"Los más crueles asesinos pueden llevar vidas normales"

Coronel retirado de la Armada, Robert K. Ressler trabajó más de 20 años en el FBI,

donde se convirtió en el primer perfilador o especialista mundial en la identificación y captura de criminales violentos, gracias a su habilidad para trazar su perfil psicológico.

Creador del término “serial killer” (asesino múltiple o en serie), este criminólogo norteamericano de 67 años ha estado en España para desvelar las claves de su trabajo.

Ha escrito:

Homicidio sexual y El que lucha con monstruos, Robert K. Ressler cree que el 90 por 100 de los asesinos en serie actúan impulsados por un móvil sexual.

Ressler comenzó a interesarse por los asesinos en serie a los nueve años, en 1946, cuando un estudiante de Chicago llamado William Heirens mató y violó a una niña y dos mujeres. Entonces, el hoy experto criminólogo era demasiado joven para detectar que tras los hechos había un componente sexual, que luego descubriría como básico para entender los actos de estos asesinos. De hecho actualmente cree que el móvil del 90 por 100 de los serial killers es de carácter sexual, mientras que sólo un 10 por 100 actúa por otro tipo de impulsos, como Richard Chase, quien mataba para regenerar con la sangre de sus víctimas la suya propia, que según decía se estaba convirtiendo en polvo. De todo eso ha hablado Ressler en un curso que impartió recientemente en Valencia.

–¿Después de más de 40 años persiguiendo asesinos en serie, sigue pensando lo mismo de ellos?

– Desde que empecé a interesarme por este tipo de criminales hemos recorrido un largo camino y siempre he aprendido algo nuevo. Yo sigo en ello (Ressler ha creado una empresa para investigar los perfiles de estos asesinos).

"La idea de que los criminales en serie quieren que los cojan para dejar de matar es un invento del cine"

–¿Cuántos perfiladores psicológicos trabajan hoy en el mundo?

– Cuando empezamos apenas había cincuenta, pero ahora hay más; hemos organizado cursos de entrenamiento en varios países.

– En el libro Instintos básicos. Por qué matan los asesinos, su amigo el neurólogo Jonathan Pincus dice que estos criminales tienen detrás una infancia de abusos o lesiones neurológicas y que todos matan por los mismos motivos.

– Me parece una idea profunda, pero vacía de contenido si no se explica cuál es ese motivo.

–¿Es cierto que en muchos casos el entorno más próximo a un asesino no conocía los aspectos oscuros de su personalidad?

– Es habitual con los criminales organizados. Hay dos tipos de asesinos en serie: los organizados, que planifican todos los aspectos de sus crímenes, y los desorganizados, que son más impulsivos. La mayoría de los casos se ajustan a uno de los dos modelos, aunque los hay que combinan aspectos de ambos. A los desorganizados la gente de su entorno ya los tenía por raros, pero los organizados pasan desapercibidos hasta que los cogen; como John Wayne Gacy, ejecutado por matar a 33 jóvenes, que era un tipo muy querido por sus vecinos e incluso actuaba en fiestas benéficas disfrazado de payaso.

El perseguidor no se rinde

A sus 67 años, Ressler sigue empeñado en conocer los intríngulis de los serial killers. Una de sus hijas ha seguido sus pasos en el FBI.

– Dice usted que los asesinos en serie existen desde la Edad Media.

– Es hasta donde he estudiado, pero tal vez existan desde antes.

–¿La incomunicación social puede fomentar la aparición de asesinos en serie?

– No necesariamente. Algunos de los más crueles han llevado vidas normales, han tenido trabajos y empresas, mientras desarrollaban sus fantasías en la oscuridad. La única opción para cogerlos es que alguien cercano detecte el peligro y lo denuncie. A veces pasa.

–¿Los asesinos sienten deseos de entregarse a la policía?

– Les sería fácil hacerlo si quisieran. La idea de que los serial killers desean parar de matar procede de las películas de Hollywood y no se corresponde con la realidad. A veces están cansados, pero no creo que quieran ser detenidos.

– Pero hay casos como el de Edmund Kemper, que llamó a la policía reconociendo sus crímenes. De hecho fue su llamada lo que permitió su captura...

– Es cierto que se estaba cansando de sus crímenes, pero era porque se estaba volviendo paranoico. No creo que se entregara realmente. Estaba muy borracho y muy lejos de donde había actuado, e hizo la llamada a cobro revertido. Lo que sucedía es que estaba convencido de que no lo iban a pillar.

–¿Hay que tener compasión por los asesinos en serie, en cuanto a víctimas de una infancia difícil?

– No, porque han tomado decisiones sabiendo lo que hacían, han hecho mucho daño a la sociedad.

– Usted ha entrevistado a la mayoría de ellos. ¿Nunca ha sentido compasión o empatía?

– Muchas veces la he tenido por la infancia del asesino, de él como niño, pero nunca he aceptado ni comprendido su actitud de adulto.

–¿Y alguna vez ha tenido la esperanza de que eran recuperables?

– Nunca.

– Sin embargo, usted no es partidario de la pena de muerte. Durante su estancia en España, insistió en lo absurdo de esta medida.

– La pena de muerte no es disuasoria. La gente que comete delitos sexuales violentos hacen generalizaciones desde su punto de vista sin tener en cuenta la sociedad. No creen que les puedan pillar y actúan como si así fuera. Es una estupidez creer que la pena de muerte les parará. Es preferible mantenerlos bajo custodia, ya que, por un lado, su encarcelamiento de por vida resulta más barato que su ejecución, y además, porque matarles no aporta nada a la sociedad mientras que el estudio de su comportamiento en prisión sí puede ser útil.

–¿Un perfilador debe meterse en la cabeza de un asesino?

– Hacer un perfil criminal es un proceso de análisis, un método que intenta reproducir los cánones de comportamiento de un asesino, pero no tiene nada que ver con las tonterías que salen en las películas.

–¿Por ejemplo?

– Yo colaboro como asesor en la serie Profiler. A sus responsables se les ocurrió que el protagonista tuviera flashes del comportamiento del criminal. Yo estaba en contra porque parecía que fuese telepatía.

– No todos los casos serán así. Hay películas muy interesantes como “Ciudadano X”...

– Sí, cierto (sonríe). Se supone que el personaje del FBI que habla con el protagonista soy yo.

– Ahí se decía que no deja a sus agentes trabajar más de seis meses en un caso por el agotamiento.

– Si eso fuera verdad yo estaría en un manicomio.

–¿Y cómo hace para superar el estrés de su trabajo?

– Mantengo la distancia.

– Usted ha insistido mucho en que los perfiladores no capturan a los asesinos.

– Las películas glorifican a los perfiladores. Entiendo que es un trabajo interesante para el público pero no se corresponde con la realidad. Lo que pasa con los perfiladores es que son una mezcla de piscólogo y policía que resulta muy atractivo para el público medio, pero creer que en la realidad son como en las películas es como pensar que todos los policías son Harry el Sucio.

– Vamos, que de cazadores de mentes, nada.

– Decir que los casos que hemos citado fueron resueltos por el perfil sería incorrecto. Pero es evidente que si no se hace caso al perfil, si no se le da importancia, no se podrá hacer nada.

– Es usted muy crítico con el cine de finales de los 60 y 70, donde el horror y el sexo se confunden en una combinación excitante para cualquier criminal en serie. También lamenta la situación de descontrol que vive la red.

– Internet puede provocar que un joven asesino tenga imaginaciones extrañas. Como no tiene amigos, puede llegar a la conclusión de que el compañero sexual es un objeto sin significado, sin humanidad.

– ¿La red se ha convertido pues en un terreno fértil para la imaginación de los psicópatas?

– Sí. En los años 60 era difícil encontrar pornografía. Ahora en Internet hay pornografía infantil, violencia sexual, sadomasoquismo...; puedes hallar páginas web donde se muestran animales diseccionados o escenas de crimen. Internet puede ser excitante para este tipo de criminales.

– Deduzco que usted es partidario de poner controles a Internet.

– Hay un fuerte movimiento en Estados Unidos que trata de imponerlos desde dos puntos de vista: en primer lugar, limpiar los contenidos de la web, y en segundo lugar acabar con los emails no deseados, que muchas veces implican sexo explícito. La cosa ha ido tan lejos que cualquier cosa está disponible ahora en la red. Hace poco en Alemania hubo una persona que solicitó que lo mataran y lo comieran. Hay cosas positivas y negativas en Internet, se trata de ver cuánta libertad podemos aceptar. Hace poco tuvimos un caso con una revista, Soldier of fortune, para mercenarios y asesinos a sueldo. Cuando demostramos que se habían cometido crímenes siguiendo los anuncios de la revista, logramos un fallo judicial para cerrarla.

– Subyace en sus discursos cierto escepticismo respecto a los mitos novelescos y cinematográficos relacionados con el crimen.

– No sé si conocen en España a la escritora Patricia Cornwell.

– Sí, es una de las grandes damas del crimen.

– Esa mujer vino a verme a finales de los 80 buscando información para sus libros. Sus obras son ridículas. La idea de que una médico forense colabore con un perfilador es absurda. La investigación que ha realizado para trazar un perfil de Jack el Destripador ha sido totalmente absurda. Esa mujer ha invertido millones de dólares para nada. Tiene alucinaciones.

El asesor de Hollywood no cree en los “asesinos geniales”

Serio, frío, sosegado y algo distante, quizá por una leve sordera en su oído derecho, consecuencia de su paso por el ejército, Robert K. Ressler recuerda a los clásicos investigadores veteranos de las películas. No en vano, este criminólogo ha colaborado en la mayor parte de los recientes éxitos televisivos y cinematográficos inspirados en asesinos en serie, además de haber servido de modelo para el personaje de Jack Crawford, el jefe del FBI que anda tras el temible Hannibal Lecter en El silencio de los corderos y las otras novelas de Robert Harris llevadas al cine.

Sin embargo, pese a su colaboración en obras de ficción, Ressler se muestra crítico con la manera infantil en que Hollywood enfoca a veces estos temas; uno de los mitos que más rechaza es el del asesino en serie inteligente, modelo que ha popularizado precisamente el personaje de Lecter. Reconoce que ha encontrado alguno brillante, pero cree que en general no son más listos que los demás: “Los asesinos en serie son perdedores, personas que han fracasado en su vida. Alguien que triunfa de verdad no precisa matar a nadie”, dice.

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Entrevista con un asesino serial en Pagina 12 -Argentina, 29 Febrero 2004

(RADAR de Pagina 12)

Jeffrey Dahmer, “el carnicero de Milwaukee”

Jeffrey Dahmer es, probablemente, el asesino serial más famoso del mundo desde Jack el Destripador: llevaba asesinadas diecisiete personas en 1991 cuando lo atraparon, recién estaba “en los comienzos” de una escalada de violencia y sus hábitos no se reducían al asesinato y al abuso sexual sino que abarcaban la necrofilia, el descuartizamiento, la antropofagia, la trepanación, la experimentación y un plan para transformar a las personas en zombis. En Dentro del monstruo (Alba Editorial), la continuación del escalofriante El que lucha con monstruos, Robert K. Ressler, pionero de la psicología forense y máxima autoridad en el tema, da a conocer por primera vez el diálogo que mantuvo con Dahmer y en el que “El Carnicero de Milwaukee” cuenta con detalle su vida, los años en que intentó dejar de matar, el modo en que se deshizo de los cadáveres, las veces que la policía estuvo en su casa y no vio nada, los motivos de cada nueva práctica y explica que, en el fondo, simplemente no toleraba que alguien se levantara de la cama y se fuera.

POR ROBERT K. RESSLER

En enero de 1991, unos meses después de mi retiro del FBI, la Universidad de Wisconsin me invitó a dar un curso de elaboración de perfiles criminales en Milwaukee. Era un encargo rutinario y no me detuve a pensar en las consecuencias hasta que por los titulares de la prensa me enteré de que el verano de aquel mismo año habían detenido en Milwaukee a Jeffrey Dahmer. Dahmer estaba acusado de diecisiete asesinatos en aquella zona y en los alrededores de la casa donde había transcurrido su infancia, en Bath, Ohio. Para mí fue una grata sorpresa recibir una carta, el mes de agosto, de un investigador que había asistido al curso y que en aquel momento participaba en el esclarecimiento del caso Dahmer. “No se puede figurar hasta qué punto han sido útiles sus explicaciones para abordar los sucesos ocurridos recientemente en Milwaukee”, decía.

Más tarde, mi intervención en el caso Dahmer fue más directa y personal. En otoño coincidieron en ponerse en contacto conmigo la defensa y un policía que pasó mi historial profesional al fiscal. Mi amigo Park Dietz iba a presentarse por la acusación, pero en aquella ocasión mi opinión difería de la suya y acepté asesorar a la defensa. No es que creyera que Dahmer fuera inocente desde el punto de vista legal o médico, pero me parecía que existían circunstancias atenuantes que permitían plantear un caso de locura. En mi opinión, Dahmer no respondía ni al perfil clásico del criminal “organizado” ni al del “desorganizado”; mientras que un asesino organizado sería legalmente cuerdo, y un asesino desorganizado sería, para la ley, claramente demente, Dahmer era ambas cosas y ninguna de las dos, una especie de criminal “mixto”, por lo que cabía la posibilidad de que un tribunal considerase que no estaba en su sano juicio cuando cometió algunos de sus últimos asesinatos.

Si acepté, fue por la alegación que Gerry Boyle quería que Dahmer presentase. El 13 de enero de 1992, Boyle anunció a la prensa y al tribunal que Dahmer, que en un principio se había declarado “no culpable por enajenación mental”, ahora se declaraba “culpable pero enajenado”. La alegación “culpable pero enajenado” está previsto por la ley de Wisconsin, aunque no por la de otros muchos estados. En virtud de ella, fuera cual fuera el resultado del juicio, Dahmer pasaría el resto de sus días recluido en una institución segura. Si la defensa ganaba el caso, la institución sería un hospital psiquiátrico; si perdía, sería la cárcel. “Éste es un caso sobre el estado mental de Dahmer”, anunció Boyle a la prensa.

Criado en una familia de clase media de una pequeña ciudad de Ohio, Dahmer sólo tenía dieciocho años cuando mató por primera vez: fue en 1978, cerca de su casa de Bath. Transcurrieron ocho años antes de que sintiera la necesidad de matar de nuevo, pero luego la frecuencia de los crímenes se aceleró: uno en 1986, dos en 1988, uno en 1989, cuatro en 1990 y ocho en 1991. Finalmente, un joven de color llamado Tracy Edwards logró huir de él y parar a un coche de policía para que le ayudara a quitarse las esposas con las que Dahmer le había inmovilizado.

Una vez detenido, la policía halló en su apartamento restos humanos, fotografías de las víctimas y gran cantidad de macabros trofeos de los jóvenes asesinados, además de pruebas de canibalismo y tortura. La investigación demostró que la policía había tenido numerosas oportunidades para atraparle antes de su última escalada criminal. En 1988, por ejemplo, un joven laosiano pudo escapar de su apartamento. Dahmer le había llevado allí con la promesa de hacerle unas fotos a cambio de dinero, y luego había intentado drogarlo hasta dejarlo inconsciente. Dahmer, con antecedentes de delitos relacionados con el alcohol, fue condenado entonces por agresión sexual en segundo grado. Estando en libertad bajo fianza en espera de la condena, cometió otro asesinato. Cuando se dictó sentencia, en lugar de recluirlo en la cárcel, se le impuso una condena de un año de prisión en régimen semiabierto y la obligación de asistir a un curso sobre alcoholismo. Por aquel entonces, había varias denuncias de jóvenes desaparecidos en la zona en que Dahmer había recogido al joven laosiano, y también pruebas suficientes para relacionarlo directamente con tres de ellos. Las autoridades policiales, sin embargo, no ataron cabos.

Cuando Dahmer, en condición de régimen semiabierto, solicitó la libertad bajo palabra, incluso su padre, uno de sus más acérrimos defensores, escribió al juzgado oponiéndose a su excarcelación antes de que finalizara el programa de tratamiento, pero aun así fue puesto en libertad. A partir de entonces, la vorágine de asesinatos se aceleró como nunca. Las autoridades tuvieron como mínimo dos oportunidades más para agarrarlo. El 8 de julio de 1990, una de sus víctimas en potencia se puso a gritar con tal fuerza que Dahmer no tuvo más remedio que dejarla marchar; el incidente fue denunciado a la policía, con la descripción de un agresor llamado Jeff y la dirección de su apartamento, pero no se llevó a cabo ninguna investigación. La segunda oportunidad se dio a finales de mayo de 1991, cuando Dahmer secuestró en un centro comercial a otro muchacho laosiano que resultó ser el hermano pequeño del que tres años antes había conseguido escapar de él. Esta vez, el joven también pudo huir, después de haber sido violado, y salió corriendo desnudo a la calle, donde se congregó una multitud que le prestó auxilio hasta la llegada de la policía. Por increíble que parezca, los policías y los bomberos que acudieron a la llamada de urgencia se dejaron convencer por él: les aseguró que el muchacho era su amante y que estaba muy borracho. Los policías llegaron al extremo de acompañar al laosiano a casa de su agresor. La policía no hizo caso del hedor que impregnaba el apartamento y se marchó dejando a Dahmer con su víctima; unos minutos después, el muchacho era estrangulado.

Cuando finalmente, en el verano de 1991, lo detuvieron por asesinato, al principio intentó negar sus crímenes, pero el cúmulo de pruebas encontradas (un bidón lleno de restos humanos, cráneos puestos a secar y barnizados, centenares de fotos) le hizo cambiar de idea y facilitó una detallada descripción de los asesinatos. No sólo confesó el asesinato de los jóvenes sino también una serie de prácticas espantosas que incluían copulación con los cadáveres, canibalismo y prolongadas torturas como preludio de los asesinatos. Dahmer martirizó a algunas de sus víctimas trepanándoles el cráneo y vertiendo ácido directamente sobre el cerebro.

Imaginen, si así lo desean, una voz grave y sonora, aparentemente lacónica, reposada y fluida, pero con signos evidentes de una gran tensión y de esfuerzo por controlar lo que está diciendo. Hay que arrancarle las palabras. Para animarlo a seguir, yo murmuraba monosílabos de asentimiento después de cada frase, pero los he eliminado de la transcripción para facilitar la lectura. Dahmer quería dar la impresión de que colaboraba y de que recordaba lo que había hecho con cierta objetividad, como si el autor de los asesinatos hubiera sido otra persona muy distinta:

“-Retrocedamos a la época de Bath, cuando cometiste tu primer delito, y quitaste la vida a un ser humano. ¿Antes de eso...?

–No hubo nada.

¿Ninguna agresión, ni nada parecido?

–No. Violencia contra mí, sí. Fue a mí a quien atacaron, sin motivo.

¿Puedes describir brevemente lo que ocurrió?

–Había ido a visitar a un amigo y volvía de noche a casa; vi que se me acercaban tres chicos del instituto, estudiantes de último año. Uno de ellos sacó una porra y me golpeó en la nuca. Así, sin motivo. Eché a correr.

Hablemos un poco de la ruptura de tu familia. Es doloroso para mucha gente, para la gente que ha hecho lo mismo que tú, y puede convertirse en un elemento importante de su vida. Permíteme que te pregunte: ¿en algún momento sufriste alguna agresión sexual?

–No.

Entonces, ésta no fue la causa. He oído de tu interés por diseccionar animales y cosas por el estilo. ¿Cuándo empezó?

–A los quince o dieciséis años.

¿Empezó en la clase de biología?

–Sí. Nos hicieron diseccionar un lechón.

¿Cómo describirías tu fascinación por, bueno, por la desmembración (Dahmer se ríe) de animales?

–Pues... uno fue un perro grande que encontré en la carretera. Iba a separar la carne, blanquear los huesos, reconstruirlos y venderlo. Pero no llegué a hacerlo. No sé cómo empecé a meterme en esto; es una afición un poco rara.

-Me parece recordar que pusiste la cabeza en un palo y lo dejaste detrás de tu casa.

–Fue una broma. Encontré al perro y lo rajé para ver cómo era por dentro. Después se me ocurrió que sería divertido clavar la cabeza en una estaca y dejarla en el bosque. Llevé a uno de mis amigos y le dije que me lo había encontrado entre los árboles.

-¿Qué edad tenías entonces?

–Creo que dieciséis.

-¿Qué año era?

–A finales de los setenta.

Estábamos ahora preparados para adentrarnos en el terreno de los asesinatos. Dahmer tiene una imagen fija en la cabeza, el momento de recoger a un hombre haciendo dedo, y cuando ésta se materializa en la vida real, se siente arrastrado por los acontecimientos y tiene que llegar hasta el final.

-Tenías unos dieciocho años cuando cometiste el primer asesinato, ¿no es cierto?

–Antes llevaba un par de años teniendo la fantasía de encontrar a un hombre guapo haciendo dedo y (pausa dramática)... gozar sexualmente de él.

¿De dónde la sacaste: de una película, de un libro?

–No. Me vino de dentro.

-De dentro?

–Ocurrió por casualidad una semana que no había nadie en casa. Mi madre estaba fuera con David, en un motel a unos ocho kilómetros; yo tenía el coche, eran más de las cinco de la mañana y regresaba a casa después de haber bebido. No buscaba a nadie, pero a un kilómetro de casa, lo vi. Hacía dedo. No llevaba camisa y era guapo. Me sentí atraído por él. Pasé por delante de él, frené y pensé: “¿Qué hago? ¿Lo hago subir o no?”. Le pregunté si quería fumar un porro y él respondió: “¡Estupendo!”. Fuimos a mi habitación, bebimos unas cervezas y en el rato que pasamos juntos vi que no era gay. No sabía cómo retenerlo si no era agarrando la barra de las pesas y golpeándolo en la cabeza. Luego lo estrangulé con la misma barra.

-¿Tienes idea de dónde te vino esta fantasía de tomar a alguien por la fuerza? ¿También imaginabas quitar la vida a alguien?

–Sí, sí. Todo... todo giraba alrededor de tener un dominio absoluto. Por qué, o de dónde me vino esto, no lo sé.

¿Te sentías fuera de lugar en tus relaciones con la gente?

–En el pueblo donde vivía, la homosexualidad era el máximo tabú. Nunca se hablaba de eso. Yo sentía deseos de estar con alguien, pero nunca conocí a nadie que fuera gay, por lo menos que yo supiera; sexualmente era muy frustrante.

-¿Y después de estrangularlo? ¿Hubo actividad sexual antes de eso?

–No. Yo estaba muy asustado por lo que había hecho. Anduve un rato de un lado para otro por la casa. Al final me masturbé.

-¿Estabas excitado por lo ocurrido?

–Por tenerlo cautivo.

-Bien. Estaba inconsciente, o muerto; no podía ir a ninguna parte. ¿Eso te excitaba?

–Exacto. Más tarde bajé el cadáver al sótano. Me quedo allí, pero no puedo dormir, vuelvo a subir a la casa. Al día siguiente tengo que pensar en una manera de deshacerme de las pruebas. Compro un cuchillo de caza. Por la noche vuelvo a bajar, le abro el vientre y me masturbo otra vez.

-¿Te excitó sólo el físico?

–Los órganos internos.

-¿Los órganos internos? ¿La acción de destriparlo?

–Sí, luego le corto un brazo. Luego todo el cuerpo en pedazos. Meto cada trozo en una bolsa y después todo en tres bolsas grandes de plástico para la basura. Pongo las bolsas en la parte trasera del coche y me voy a tirar los restos a un barranco, a quince kilómetros. Son las tres de la madrugada. Voy por una carretera secundaria desierta y, a mitad de camino, me para un policía, por ir demasiado a la izquierda. El agente pide refuerzos. Son dos. Me hacen la prueba de alcoholemia. La paso. Iluminan el asiento trasero con la linterna, ven las bolsas y me preguntan qué es. Les digo que basura, porque cerca de mi casa no hay ningún vertedero. Me creen a pesar del olor. Me ponen una multa por circular demasiado a la izquierda... y vuelvo a casa.

-¿Y qué hiciste con las bolsas?

–Las volví a dejar en el sótano. Agarré la cabeza, la lavé, la puse en el suelo del cuarto de baño, me masturbé; luego volví a meter la cabeza con el resto de las bolsas, abajo. A la mañana siguiente... metí las bolsas en una tubería de desagüe enterrada que medía unos tres metros. Aplasté la entrada de la tubería hasta cerrarla y las dejé unos dos años y medio dentro.

-¿Cuándo volviste a buscarlas?

–Después del ejército, después de trabajar un año en Miami. Abrí la tubería, agarré los huesos, los rompí en trozos pequeños y los esparcí por la maleza.

-¿Por qué rompiste los huesos?

–Para acabar con todo. El colgante que él llevaba y las pulseras... los arrojé al río.

-¿No conservaste nada de aquel episodio? –No. Quemé las ropas.

-No quiero que me describas cada uno de los casos, pero me gustaría centrarme en algunos. ¿El siguiente homicidio cuándo ocurrió?

–En 1986. Invité a un chico que había conocido en un bar gay, detrás del Hotel Ambassador, a pasar una noche de sexo y emociones. Ya había empezado a dar píldoras a la gente.

-¿Qué tipo de droga usabas?

–Píldoras para dormir.

-¿Cómo te aficionaste a ellas?

–Llevaba un tiempo yendo al sauna y la mayoría de los que conocía allí quería sexo anal; a mí esto no me interesaba, prefería encontrar una manera de quedarme toda la noche con ellos sin necesidad de esto.

-¿Qué efecto notabas en ellos?

–Quedaban inconscientes unas cuatro horas.

-¿Cuál era tu plan?

–Tener control sobre los demás sin hacerles daño.

-En aquella época, ¿tenías intenciones de llevarte a alguien a casa?

–No, en absoluto. Por eso empecé a utilizar el maniquí. ¿Sabía esto? Buscaba la manera de satisfacerme sin hacer daño a nadie.

-¿Intentaste apartarte de todo esto?

–Sí. Durante dos años. Alrededor de 1983 empecé a frecuentar la iglesia con mi abuela. Quería enderezar mi vida. Iba a misa, leía la Biblia, intentaba apartar todo pensamiento relacionado con el sexo, y durante esos dos años salí adelante. Pero una noche, en la biblioteca local, leyendo un libro y pensando en mis cosas, se me acercó un chico, me tiró una nota en el regazo y se alejó apresuradamente. La nota decía: “Si bajas al lavabo de la planta baja, te la chupo”. Me lo tomé a broma y no le di más importancia. Pero unos dos meses después empecé otra vez, el impulso, la compulsión. Aumentó el deseo sexual. Volví a beber y a frecuentar los sex-shops. En aquel tiempo tenía controlado el deseo, pero quería encontrar la manera de saciarme sin hacer daño a nadie. Así que me hice socio del sauna, iba a bares gay e intentaba obtener satisfacción con el maniquí. Luego ocurrió el incidente del cementerio. Leí la esquela de un joven de dieciocho años y me presenté en el tanatorio. Vi el cadáver y era un hombre muy atractivo. Cuando lo hubieron enterrado, agarré una pala y una carretilla con la intención de llevarme el cadáver a casa. Alrededor de medianoche me dirigí al cementerio, pero el suelo estaba helado y tuve que abandonar mi propósito.

-¿Descubriste que en los bares era fácil conseguir que alguien se fuera contigo? –-Exacto. Era un muchacho muy guapo. Le invité a la habitación del hotel. Estuvimos bebiendo. Yo tomaba cola con ron de alta graduación. Le hice beber a él también y se quedó dormido. Yo seguí bebiendo y debí de quedarme en blanco, porque no recuerdo nada de lo que ocurrió hasta que me desperté por la mañana. El estaba tumbado de espaldas, con la cabeza colgando del borde de la cama; yo tenía los antebrazos llenos de contusiones y él algunas costillas rotas y otras lesiones. Al parecer, lo había golpeado hasta matarlo.

-¿No tienes ningún recuerdo de haberlo hecho?

–No recuerdo haberlo hecho y no tenía ninguna intención de hacerlo.

-¿Qué haces a continuación?

–Estaba horrorizado. Pero... tenía que hacer algo con el cadáver. Lo encerré en el armario, me fui al centro comercial y compré una valija grande con ruedas. Lo metí dentro. Reservé la habitación para otra noche. Me quedé ahí sentado, aterrorizado. La noche siguiente, a la una de la madrugada, abandoné el hotel, pedí al taxista que me ayudara a meter la valija en el portaequipajes, y me dirigí a casa de mi abuela. Escondí la valija en el sótano y lo dejé allí aproximadamente una semana.

-¿Y no despedía ningún olor?

–No, porque hacía frío. Era la fiesta de Acción de Gracias y no podía hacer nada porque iban a venir unos familiares de visita.

-¿Por qué no dejaste el cadáver en la habitación?

–Porque estaba a mi nombre.

-Sigamos. Tienes el cadáver escondido allí abajo una semana.

–Mi abuela sale un par de horas para ir a la iglesia, y yo bajo a buscarlo. Agarro un cuchillo, le rajo el estómago, me masturbo, luego separo la carne y la meto en bolsas, cubro el esqueleto con una colcha y lo hago pedazos con una maza. Lo envuelvo todo y el lunes por la mañana lo echo a la basura. Excepto el cráneo. El cráneo me lo guardé.

-¿Cuánto tiempo lo conservaste?

–Una semana. Lo metí en lejía concentrada para blanquearlo. Quedó limpio, pero demasiado frágil y lo tiré.

-¿No te dio miedo tirar todo a la basura?

–No sabía qué otra cosa hacer.

¿Y tu abuela no se imaginó algo raro?

–Sólo se quejaba de algunos malos olores.

En cierto momento te fuiste de su casa.

–Pensé que, después de ocho años con ella, era hora de tener mi propia casa, donde no me viera tan restringido.

¿Y dónde estaba esa primera casa?

–En la calle Veinticuatro. Allí es donde saqué aquella foto (de la primera víctima laosiana). No quería hacerle ningún daño.

Era muy joven, ¿no? ¿Cuántos años tenía?

–Trece, catorce. Creí que era mayor. Ya sabe, un asiático puede tener veintiún años y seguir teniendo cara de niño.

Así es. ¿Qué te impulsó?

–Era un domingo por la mañana. Había salido a dar un paseo. Necesitaba actividad sexual. Lo vi, era muy atractivo. Le ofrecí cincuenta dólares por sacarle unas fotos. El aceptó. Le hice dos fotos, le di una bebida y creí que estaba inconsciente. Se escapó, y se presentó la policía.

Ahí te salió el tiro por la culata. La policía te detuvo.

–Mmm-hmm. El agente y yo volvimos al apartamento. Registraron la casa. No encontraron el cráneo que tenía en una cómoda del vestíbulo.

¿Cómo es posible que no lo vieran?

–Estaba debajo de la ropa. En Ohio se les pasaron por alto las bolsas de basura, y ahora no veían el cráneo.

Si lo hubieran encontrado, las cosas habrían cambiado considerablemente, ¿verdad?

–Sí. Y salir del hotel como lo hice. No era nada normal. Cuestión de suerte. En el diálogo siguiente, observarán que Dahmer interpreta mal lo que yo le digo. Yo digo que la voluntad de los homosexuales de relacionarse con desconocidos es una práctica peligrosa para ellos, pero él interpreta toda referencia al peligro como peligro para él, no para otros.

La mayor parte de tus víctimas las sacabas de bares o barrios gay. ¿Qué opinas de su disposición a relacionarse con desconocidos? ¿No crees que es peligroso?

–Sí, lo pensaba, pero la compulsión pasaba por encima de todo.

-Según parece, habías elaborado un plan muy detallado para convencer a la gente de que fuera contigo. Estabas seguro de que siempre lo conseguirías.

–Sí.

-Pero algunas veces no funcionaba.

–Algunas veces, muy pocas, estaba muy borracho, y me llevaba a alguien que no era tan atractivo como había creído, y por la mañana tenía resaca y se iba. Otras veces no quise matarlos, porque no quería estar con ellos. Esto me ocurrió tres o cuatro veces. Otras noches no quería estar con nadie y volvía a casa a ver un video o leer.

-No tenías muchas cintas de video.

–A medida que pasaban los años, fui dejando de lado los videos y las revistas que no me atraían. Aparte de las películas porno, las del Jedi (trilogía de La guerra de las galaxias), el personaje del Emperador, con su control absoluto, encajaba perfectamente en mis fantasías. Supongo que a mucha gente le gustaría tener el control total, es una fantasía muy común.

-Esta idea de dominación y control, ¿consideras que fue en aumento desde la segunda víctima hasta la última?

–Mmm-hmm.

-Y empezaste a perfeccionar tu técnica de llevarte chicos a casa.

–Se convirtió en el impulso y el foco de mi vida, lo único que me daba satisfacción.

-Tuviste algo con las ciencias ocultas. ¿Era un intento de conseguir más poder?

–Sí, pero no fue nada serio. Hice algunos dibujos. Iba a librerías especializadas en ciencias ocultas y compraba material, pero nunca hice ningún ritual con las víctimas. Probablemente lo habría hecho seis meses más tarde, si no me hubieran detenido.

-Tengo una copia de un dibujo tuyo. Es toda una fantasía, ¿eh?

–Habría sido una realidad, con seis meses más.

Dahmer quería construir lo que él unas veces llamaba “centro de poder” y otras “templo”, formado por una larga mesa en la que colocaría seis calaveras. Dos esqueletos completos la flanquearían, uno a cada extremo, suspendidos del techo. Una gran lámpara se erguiría en el centro de la mesa y extendería seis globos de luz sobre las calaveras. El propósito de Dahmer era crear un entorno desde donde conectar con otro nivel de percepción o del ser, a fin de conseguir el éxito en el amor y las finanzas.

-¿Pensabas comprar todo ese equipo?

–Sí. Ya tenía las lámparas y los esqueletos.

-¿Alguna vez creíste...?

–Nunca estuve seguro, pero...

-¿Qué había detrás del hecho de que conservaras los esqueletos, los cráneos, el pelo, las partes del cuerpo....

–Conservar los cráneos era una manera de sentir que había sido un desperdicio total matarlos. Los esqueletos iba a utilizarlos para el templo, pero ésta no fue la motivación para matarlos; se me ocurrió después.

-Parece que tolerabas mal que la gente se marchara.

–Eran levantes de una noche. Siempre me dejaban claro que tenían que volver al trabajo. Y yo no quería que se fueran.

-¿Crees que era realista? ¿No pensaste nunca en establecer una relación permanente?

–No podía. Cuando fui a vivir al apartamento, ya estaba hasta el cuello en cierta manera de hacer las cosas. Además, nunca conocí a nadie que me inspirara la confianza para mantener ese tipo de relación.

-Entonces, ¿lo habrías preferido pero era imposible encontrar?

–No me quedaba tiempo para andar buscando. Trabajaba seis días a la semana, tenía limitaciones de tiempo, y quería soluciones inmediatas.

-Con el primer muchacho, al que intentaste convertir en zombi, no te salió bien. ¿Volviste a intentarlo?

–Lo intenté otra vez, doblé la dosis y el resultado fue fatal. Esta vez no hubo estrangulamiento. Luego intenté inyectar agua hirviendo. Más tarde se despertó. Estaba muy aturdido. Le di más píldoras y volvió a dormirse. Esto fue la noche siguiente. De día lo dejaba allí.

-¿Le habías atado?

–No. Estaba siempre acostado. Aquella noche murió.

-¿Y qué me dices de (otra víctima)?

–Le puse la primera inyección cuando estaba drogado, me fui por una cerveza y cuando regresé...

-¿Eso fue antes o después de que viniera la policía?

–Antes. La primera inyección fue antes. Salió del apartamento. Me lo volvieron a traer, creyendo que estaba borracho. Le puse la segunda inyección, y eso fue fatal.

-¿Fue inmediato o...?

–Inmediato. Era el hermano del que había fotografiado. Fui a dar una vuelta al centro comercial y me topé con él. No lo conocía. ¿Cuántas posibilidades había de que ocurriera algo así? Astronómicas.

-¿Hasta donde perforaste?

–Sólo hasta el hueso. Lo inyecté. Estaba dormido y salí a tomar una cerveza rápida al bar de enfrente antes de que cerrasen. Cuando volvía, le vi sentado en la acera y alguien había llamado a la policía. Tuve que pensar deprisa: les dije que era un amigo mío que se había emborrachado y me creyeron. En mitad de un callejón oscuro, a las dos de la madrugada, con la policía a un lado y los bomberos al otro. No podía ir a ninguna parte. Me pidieron el carnet de identidad y se los enseñé. Trataron de hablar con él y les respondió en su lengua. No había rastros de sangre; le examinaron y se creyeron que estaba completamente borracho. Me dijeron que me lo llevara adentro; él no quería entrar, pero entre dos agentes lo subieron al apartamento.

-¿Lo examinaron?

–No. Lo tumbaron en el sofá y echaron un vistazo al apartamento. No entraron en mi dormitorio. Si lo hubieran hecho, habrían visto el cadáver (de una víctima anterior) que aún estaba allí. Vieron las dos fotos que le había sacado antes al muchacho, que estaban encima de la mesa del comedor. Un agente le dijo al otro: “¿Lo ves? Ha dicho la verdad”. Y se marcharon.

-¿De dónde has sacado esta tranquilidad? En situaciones así, la gente se pone a temblar.

–La primera vez que vinieron, temblaba... Bueno, no lo sé. No sé de dónde he sacado esta tranquilidad. ¡No lo sé!

Muchos asesinos en serie conservan trofeos o recuerdos de sus víctimas. Dahmer había llevado esta tendencia mucho más allá. De las paredes de su apartamento colgaban numerosas fotos de esbeltos modelos masculinos. Le pregunté si las poses de las víctimas en sus fotos imitaban esas otras.

–Era para dar más realce a su físico.

¿Qué significado tenía esto para ti?

–Era una manera de ejercer el control, de que tuvieran el aspecto que yo deseaba.

Era importante conservar las fotos.

–Las utilizaba para masturbarme.

-Tenías montones. ¿Y no las escondías?

–Antes sí, pero en la época de la detención me estaba volviendo muy descuidado.

-Volviendo al muchacho del apartamento: ¿cuánto esperaste para descuartizarlo y deshacerte del cadáver?

–Hasta el día siguiente.

-¿Cuánto tardaste?

–Unas dos horas.

-¿Tan sólo?

–Tenía mucha práctica. Es un trabajo sucio. Trabajaba deprisa.

-¿Siempre en la bañera?

–Sí.

-Y te deshiciste de él. ¿Arrojaste mucho por el inodoro? ¿No se atascaba?

–No, jamás se me atascó.

Pregunté a Dahmer si había leído algo de otros asesinos en serie como Gacy y me respondió que, cuando había oído hablar de éste por primera vez, él ya había matado a varias personas. No puedo asegurar si mentía o no, porque es frecuente que los asesinos lean sobre los crímenes de otros asesinos, y, aparte de la satisfacción que les produce ver que actúan de la misma manera, a veces aprenden sus técnicas.

-¿Torturaste a alguno de esos muchachos?

–Jamás. Jamás.

-¿Se trataba siempre de anular su conciencia con las drogas y con la muerte?

–Quería que fuese lo menos doloroso posible.

-¿Cuándo tenía lugar la actividad sexual?

–Después de drogarlos.

-¿Crees que era realista mantenerlos en aquel estado?

–Drogados no. Por eso empecé con las trepanaciones. Drogarlos no funcionaba.

-Tenías reparos en hacerles daño. Cuando estaban conscientes y les hacías daño, ¿te preocupaba?

–Por eso no pude seguir con (nombre de la víctima). Y acabó llamando a la policía. -Pero no le creyeron. Estaba a tres kilómetros de mi casa y me lo traje otra vez. Tenía el cuchillo, pero fui incapaz de utilizarlo.

-¿Alguna vez los mordiste?

–Sí, sí. Al primero. Cuando ya estaba muerto le mordí el cuello.

-¿Y qué había detrás de eso, cuál era la motivación?

–La sensación de que pasaban a formar parte de mí.

-¿Con cuál de las víctimas empezaste a comerlas?

–Con M. Fue después (del laosiano). Creo que el tercero del apartamento.

-Más o menos el número siete.

–Supongo.

-¿Cómo ocurrió?

–Mientras lo desmembraba. Guardé el corazón. Y los bíceps. Los corté en pedazos pequeños, los lavé, los metí en bolsas de plástico herméticas y las guardé en el congelador; buscaba algo más, algo nuevo para satisfacerme. Después los cociné, y me masturbé mirando la foto.

-¿Nunca sentiste inclinación por los niños? ¿Cuáles eran tus preferencias?

–Los hombres hechos y derechos.

¿De tu misma edad?

–Mmm-hmm.

-Blancos, negros y morenos.

–Esta es la cosa. Todo el mundo cree que era una cuestión racial, pero eran diferentes. El primero era blanco, el segundo era un indio norteamericano, el tercero era hispano y el cuarto era mulato. El único motivo de que levantara hombres negros era que en los bares gay eran mayoría.

-Entonces era una cuestión de zona.

–Sí. Espero que haya quedado claro.

-¿Te han acosado los negros en la cárcel por este motivo?

–Sí. Creen que... se trata de algo racial.

La vez que Dahmer abrió un armario y el administrador olió el contenido de un barril de plástico con capacidad para más de cien litros, lleno de la solución de ácido que utilizaba para disolver los huesos, el administrador a punto estuvo de desvanecerse. El le explicó que allí vertía el agua sucia de la pecera y el hombre se lo creyó.

-¿De la pecera? ¿Era una excusa creíble?

–Yo creo que no. Pero, según parece, se la tragó.

Poco después, tiró el barril con su contenido y se agenció un enorme bidón azul de petróleo.

-¿Qué había dentro?

–Los torsos sin cabeza.

-Ese bidón azul, ¿era para guardarlos y procesarlos más tarde?

–Era para el ácido. Para tratar los torsos.

-¿Cuál era el propósito de las lámparas?

–Eran globos azules. Apagaba la luz de arriba y conseguía dar una atmósfera misteriosa y oscura al escenario. Efectos especiales.

-¡Vaya escena!

–Como en las películas del Jedi.

-¿Y por qué barnizar los cráneos?

–Para darles un aspecto más uniforme. Después de unas semanas, algunos no estaban tan blancos como los otros y tenían un aspecto artificial, como fabricados para un anuncio.

-He visto fotos y es verdad, casi parecía una campaña comercial. ¿Los sacaste alguna vez?

–Hace mucho tiempo. Una vez me llevé a casa a un muchacho de Chicago. Los vio y creyó que eran comprados.

-Algunos cadáveres tenían las plantas de los pies rebanadas. ¿Por qué?

–Eso era simplemente para que el ácido tuviera una mayor superficie para desintegrar la carne. La piel de la planta de los pies normalmente es muy gruesa.

Seguimos hablando de dos casos que no terminaron en homicidio. En el primero, un hombre joven había sobrevivido a “la bebida” en casa de la abuela y Dahmer le permitió marcharse, pero más tarde el muchacho tuvo que ser hospitalizado y denunció el incidente a la policía, que no hizo un seguimiento muy bueno del asunto. A continuación sigue la narración, palabra por palabra, del segundo caso.

-¿Qué pasó con aquel muchacho que golpeaste con un martillo?

–Se marchó furioso, diciendo que iba a llamar a la policía. Quince minutos más tarde, regresó. Llamó a la puerta y le dejé entrar. Dijo que necesitaba dinero para el teléfono, o el taxi, o no sé qué. Me pareció increíble que volviera. ¿Puede creérselo?

-¿En lugar de ir a la policía?

–Tenía miedo de dejarlo ir otra vez; forcejeamos unos cinco minutos. Los dos estábamos agotados. Estuvimos en el dormitorio hasta las siete de la mañana. Lo calmé; me prometió que no llamaría a la policía. Fuimos a la esquina, paré un taxi y ésa fue la última vez que lo vi.

-Es raro que no presentara una denuncia.

–Lo hizo, pero contó una historia absurda de que yo le había pegado y no le creyeron.

-Beber más de la cuenta ha sido un problema constante en tu vida, ¿verdad?

–Sí. Era mi manera de sobrellevar la vida familiar. El divorcio. Y los golpes. Bebía para borrar la memoria. Durante un tiempo funcionó.

-¿Puede decirse que te mantenías en un estado de semi..?

–En un estado de borrachera.

-¿Lo sentías como una necesidad?

–Así parecía todo más fácil.

-¿Te producía placer el acto de cortar en sí?

–Al principio sí. Luego pasó a ser una rutina.

-¿Y el sexo después de la muerte?

–Placentero.

-¿Y con los restos?

–No era tan placentero como cuando los tenía enteros.

-¿Has sabido siempre que lo que hacías estaba mal?

–Sí, sí.

-¿En algún momento llegaste a decirte: “Esto es una locura”?

–Sí. Cuando empecé con lo del taladro. Fue en el número doce, o por ahí.

-¿Eras consciente de que...?

–De que aquello ya era demasiado.

¿Te dijiste: “No volveré a hacerlo”?

–No. Quería conseguir la técnica del zombi.

-¿Por qué crees que la dominación, el control, el poder sobre los demás era tan importante? Para la gente corriente, son factores importantes, pero no hasta el extremo que los llevaste.

–Si hubiera tenido intereses y aficiones normales, como el deporte, no habrían sido tan importantes. ¿Por qué lo eran? No lo sé. (Larga pausa). Supongo que me hacían la vida más atractiva, o más plena.

-De acuerdo. Pero se trataba de un poder y un control... fuera de control. ¿Entiendes lo que quiero decir?

–Ahora sí.

-Cuando empezaste con lo del taladro, ¿tuviste la sensación de que iban a agarrarte?

–No. Creía que podía evitar que me descubrieran. Fue después de perder el trabajo cuando se me empezó a desmoronar todo.

¿Fue poco antes de que te detuvieran?

–Tal vez un mes.

-¿Por qué perdiste el empleo?

–Porque llamé una noche, cuando estaba con el levantador de pesas negro. Creía que aún me quedaba un día de baja por enfermedad, pero no. Decidí pasar la noche con él, porque pensaba que al día siguiente aún tendría el trabajo. Fue por eso.

-¿Y lo de las lentes de contacto amarillas?

–Los dos protagonistas de estas películas (El retorno del Jedi y El Exorcista III) llevaban unas lentes en los ojos que emanaban poder. Formaba parte de mi fantasía.

Seguí con la lista entera de crímenes para descubrir algún indicio de su estado mental en la época de cada uno de ellos. Para mí, el acontecimiento clave era lo que había ocurrido en el Hotel Ambassador en 1986. Me interesé por cómo era su vida en aquella época.

–Por aquel entonces había dejado de intentar resistirme a los deseos, pero, cuando conocía a alguien, iba a su casa y me limitaba a pasar una noche de sexo con ellos. La violencia no entraba en mis planes.

-Pero esta vez te despiertas y el chico está muerto. Desde entonces hasta enero de 1988 pasan dos años, pero desde enero de 1988 hasta marzo de 1988 pasan sólo dos meses. Lo que ocurrió en el Ambassador, ¿te pareció agradable...?

–No.

...¿o terrible?

–Terrible.

-¿Por qué?

–No lo había planeado. Para mí fue una sorpresa encontrarme con lo ocurrido.

-Y que él te acompañara a casa de tu abuela, ¿qué fue? ¿Un cúmulo de circunstancias?

–Sí. Nos desnudamos. Estuvimos en la cama, acariciándonos. Nos masturbamos. Y... lo encontré tan atractivo que quise conservarlo.

Las siguientes preguntas tenían por objeto discernir qué crimen en concreto había sido planeado y cuál espontáneo. Revisamos todos los casos en una secuencia temporal. El siguiente había sido en marzo de 1988.

-¿Dónde lo encontraste?

–Yendo de copas. Llevaba toda la noche bebiendo y ya me iba a casa. Cuando salí, lo vi y le hice el ofrecimiento.

-¿Y otra vez a casa de la abuela, las drogas y todo lo demás?

–Mmm-hmm, el mismo plan.

¿En aquel momento sabías...?

–En aquel momento... sí, sin duda. El plan... Mmm-hmm.

-Después pasa un año. Estamos en marzo de 1989. Aquella vez, cuando saliste de casa, ¿ibas en busca de alguien? ¿Planeabas hacerlo?

–Sí, sí. Buscaba a alguien para llevarme.

-El siguiente crimen se produjo catorce o quince meses más tarde. “¿Cuáles habían sido las circunstancias?”, pregunté.

–Lo encontré delante de un bar. Se dedicaba a la prostitución y era muy guapo. Le ofrecí dinero, fuimos a casa, y... el mismo plan.

-Cuando fuiste a Chicago, ¿habías quedado con alguien?

–Sí.

-¿Pensabas que la cita podía terminar en homicidio?

–Sí, probablemente.

Le pregunté a Dahmer si, en medio de una serie de crímenes, antes de salir a la caza fantaseaba sobre lo que ocurriría.

–Sólo mirando fotos de víctimas anteriores. Videos, películas pornográficas, revistas. No tenía fantasías elaboradas antes de salir.

-Entonces, te valías de las fotos y la pornografía para llenar los huecos entre...

–Exacto.

-...entre sucesos.

–Sí.

Le pregunté de nuevo por sus preferencias sexuales, qué tipo de persona habría deseado como compañero sexual.

–Me habría gustado tener un hombre blanco bien desarrollado y complaciente. Habría preferido tenerlo vivo y que estuviera siempre a mi lado.

-¿Que saliera a trabajar y que llevara una vida normal, o que sólo estuviera contigo?

–Que sólo estuviera conmigo.

Menos preferible, pero aún deseable, dijo Dahmer en respuesta a otras preguntas, habría sido dejar a alguien en “estado zombie”. Bajando la escala, dijo que habría preferido “lo que he estado haciendo”, es decir, ligar con hombres en los bares y llevárselos a casa para matarlos. Bajando más aún en la escala de las preferencias, sin embargo, dijo: “Nada”. Ni sexo homosexual normal ni sexo heterosexual normal, ninguna pareja. O, en todo caso, la pornografía.

-¿Y después?

–Celibato, sin ninguna actividad sexual. Éste era el estado que intentaba alcanzar los dos años en que fui a la iglesia.

-¿Intentabas alcanzar ese estado porque sabías que así no te meterías en líos?

–En efecto, en efecto.

-En la época en que cometiste los crímenes, ¿creías que tenías derecho a hacer lo que hacías?

–Siempre intentaba no llegar a conocer demasiado bien a la persona. Así se parecían más a un objeto inanimado. Pero siempre supe que no estaba bien. Tenía de culpa.

-¿Alguna vez pensaste que el otro había hecho algo mal y que tú tenías justificación para...?

–No. Esto es lo que creía Palermo, el psicólogo forense. Que lo hacía para librar el mundo de malvados. Y no lo hacía por eso.

Nada de psicologías profundas, ¿eh? No siempre funcionan.

Nos reímos y dimos por terminadas las sesiones. Dahmer aceptó volver a recibirme después del juicio para que yo siguiera con las entrevistas. Le dije que se cuidara y que fumaba demasiado. Me respondió que si terminaba teniendo un cáncer y se moría, solucionaría el problema a todos los que no sabían qué hacer con él.

Un jurado de no expertos corroboró que una persona, para ser considerada enferma mental, debe comportarse como tal la mayor parte del tiempo. Por consiguiente, consideró que Dahmer estaba legalmente en su sano juicio al cometer los crímenes. Una vez emitido este veredicto, el jurado tuvo que considerar a Dahmer culpable de quince asesinatos y fue condenado a quince cadenas perpetuas, lo que equivaldría a unos 936 años de cárcel. En Wisconsin no existe la pena de muerte.

En los años que pasó en la cárcel, según Boyle, su abogado, se negó a aceptar protección especial e insistió en mezclarse con los demás reclusos. A finales de noviembre de 1994, fue asesinado por un preso negro, tal como había temido. Fue apaleado en el baño hasta la muerte por Cristopher J. Scarver, que también cumplía cadena perpetua por asesinato. Scarver había sido condenado a pesar de haber afirmado que unas voces le decían que era el Hijo de Dios y le advertían acerca de si podía o no confiar en una persona.

Para muchos, la muerte violenta de Dahmer fue un final apropiado; hubo otros, sin embargo, entre ellos algunos columnistas, que se enfurecieron porque Scarver había privado a los ciudadanos del derecho de tener a Dahmer purgando durante muchos más años los crímenes cometidos. En mi opinión, ni Dahmer ni Scarver tendrían que haber sido encarcelados sino recluidos de por vida en una institución psiquiátrica.

El problema, en realidad, es que personas como Dahmer plantean un dilema a la sociedad, que no ha desarrollado un modo adecuado de tratarlas. Centrarse en conceptos como el bien y el mal no es ni una aproximación siquiera a la compleja realidad de lo que hizo Dahmer. En la década de 1970, le pregunté al asesino en serie Edmund Kemper si su personalidad y sus problemas se incluían en el DSM-II, y me respondió que no creía que se incluyeran hasta que el DSM entrara en su sexta o séptima edición..., una edición que no se publicaría hasta bien entrado el siglo XXI.

martes, 24 de abril de 2007

DAÑO PSIQUICO CONSECUENTE CON MALA PRAXIS MÉDICA: DOS CASOS


*Lic. Patricia Martínez Llenas

PRIMER CASO:
Que en legal tiempo y forma vengo a presentar informe pericial psicológico de la Sra. Elsa Delia ********* a quién se identifica con DNI **.***.732, que fuera evaluada los días 28/02 y 01/03/07, y que a continuación se describe:

I.-DATOS PERSONALES Y DE FILIACIÓN
Nombre y apellido: Elsa **********
Fecha Nacimiento: **/**/196* en Gral. Pinedo, Prov. de Chaco.
Nacionalidad: Argentina
Estudios: Primarios y secundarios completos como Perito Mercantil.
Ocupación: Anticuaria.
Padre: José *************, fallecido en 2004 a raíz de cáncer de próstata.
Madre: Lidia *********, fallecida en 1994 por patología cardiovascular.
Fratría: Carlos, de 51 años, empleado; Miguel , de 40 años, empleado y Martín, de 39 años, empleado.
Familia conviviente: Convive con su hijo de 10 años que cursa 6º grado, y está divorciada desde fines de 2002 del Sr. Raúl , de 57 años, padre de su hijo, de profesión anticuario.

II.-BREVE RESEÑA DE HISTORIA VITAL:
La peritada si bien nació en Chaco, vivía con sus padres en Buenos Aires. Su infancia transcurrió en la localidad de San Martín, Prov. de Buenos Aires, viviendo en la casa paterna. Concurrió a colegio primario público, comenta que era buena alumna. Se mudó a la localidad de Moreno teniendo 6 años hasta cumplir 21 años. Del vínculo con su padre, dice que éste era muy pegote pero controlador y muy severo, características que se acentuaron durante el período de su adolescencia. De la madre comenta que tuvo un vínculo de amor. Agrega que su primer novio lo tuvo a los 17 años, y que tenía una vida social con amistades y compañeros. Finalizó sus estudios secundarios a los 18 años, y a partir de los 21 años comienza su vida laboral desempeñándose como empleada de una agencia de automóviles, pero por poco tiempo. Refiere que se independizó trabajando y decide irse a vivir sola una vez que conoció a alguien que era anticuario y tenía negocio en la calle Libertad. Así se muda a la capital, trabaja, se mantiene sola, gana su dinero y aprende el oficio de anticuario, trabajo que actualmente ejerce, y teniendo un emprendimiento propio por lo que realiza frecuentes viajes a EEUU donde concurre a importantes eventos de anticuarios y ahí comercializa sus piezas. Refiere haberse casado a los 31 años, con quien fuera su marido, ya que éste también “era del gremio”. Su matrimonio duró 7 años, durante el cual nació su hijo, y luego llegó la separación conyugal.

III.-RELATO DEL EVENTO DAÑOSO:
Agrega que el gran desencadenante de dicha separación conyugal se debió en gran medida a los trastornos padecidos por el traumatismo psíquico dejado por la operación estética de mamas, ya que de forma constante sentía que: “Yo no quería que me toque, no quería tener relaciones con mi marido”(Sic.) “No quería ni sacarme la remera porque no quería que viera esta deformación en el pecho, me daba cosa, me daba vergüenza, no quería que me tuviera lástima, yo sentía eso, aparte él veía mi sufrimiento”(Sic.)
Agrega también que ella se apartaba, lloraba, que el sexo ya no era lo mismo, y que aunque mantenía relaciones entre 2 a 3 veces por semana previamente a la operación estética de mamas, a partir de esta no tuvieron más relaciones entre ella y su marido. Refiere que sentía sus pechos como “nulos” tanto para ella como para cualquier hombre, y que actualmente eso sigue igual. Refiere que ese complejo conflicto se extendió a todo su cuerpo, y que siente que “me encerré como un hongo y no quise tener más nada con mi marido”(Sic.)
Preguntada acerca de cómo se siente actualmente, estando ya divorciada, responde que todo sigue igual, que no se quita jamás el sostén pues se siente muy defectuosa, aunque se encuentre en una relación de amor, dice no poder manejar la angustia de verse deformada.
Entrando al relato del evento dañoso, comenta que a sus 38 años, coincidiendo con su aniversario de cumpleaños, el entonces marido, le obsequia como regalo la operación estéticas de mamas. Era el año 2001, y se contacta con el Dr. **********, a quien conocía a través de un joyero cercano del marido de ésta, que se lo presenta como un “muy buen cirujano plástico” muy capacitado para operarla de las mamas. Así, inicia la relación con el médico, quién le confirma que es cirujano plástico, pero que la dicente aclara que en realidad verificó que la especialidad era de “deportólogo”. Refiere que la intervención fue programada, realizándose todos los estudios previos necesarios, siendo llevada a cabo la operación en conjunto por un equipo de profesionales médicos compuesto por un cirujano plástico –Dr. ****-, un anestesista y dos enfermeras, realizando esta operación en la Clínica Quirúrgica *************** de la calle ************ del barrio de Belgrano. Agrega que el Dr. ************ le expresó que era dueño de esa clínica, lugar donde habitualmente llevaba a cabo sus intervenciones de cirugía plástica.
Preguntada por la fecha de la operación, responde que no recuerda exactamente la misma, agregando que desea olvidarse todo eso.
Continúa con el relato, diciendo que al despertarse de la cirugía, rápidamente la enviaron a su domicilio no permaneciendo ni un solo día internada. Continúa relatando que al tercer día asistió a la clínica para que le hicieran las curaciones, cambios de vendajes, realizados por el mismo Dr.***********.
Comenta que este último había dicho que al cabo de tres meses todo debía volver a la normalidad respecto a los resultados de la operación de mamas, pero la dicente se percataba que “mis pechos no bajaban, y tenía una pelota por encima de lo normal, sobretodo la mama derecha”(Sic)
Agrega que frente a esta situación, el Dr. **** pretendía tranquilizarla minimizando todo, así le explicaba que el tejido se iría normalizando. Agrega que lo veía una vez por mes durante el transcurso del año 2001, hasta que éste “se borró” (Sic.) al darse cuenta que no había manera de reparar ni arreglar lo hecho, por lo que “no se hizo cargo sino que hizo abandono de paciente” (Sic.) Asimismo agrega que lo llamaba para que la asistiera pero que el cirujano no la atendía nunca. También dice que su médico ginecólogo al revisarla le aseguró que esa intervención quirúrgica de mamas estaba mal hecha. Agrega que es a partir de todo esto que decidió iniciar una causa judicial motivada en dicha mala praxis que le ocasionó severos trastornos vitales tanto físicos como psicológicos.
Luego agrega que a partir de esta operación suspendió sus actividades laborales porque “tenía una teta deforme”(Sic.) Y agrega que al llegar la primavera y el calor, por ende, usar vestimenta más ligera, ella no podía verse vestida a raíz de la deformidad que tenían sus pechos operados, lo que le interfirió seriamente el despliegue de sus tareas desde Octubre 2001 hasta Marzo 2002, y ya pasado el período de verano podía entonces cubrirse con vestimenta que le disimulara la “deformidad” que ella se veía. Así como tampoco pudo tomarse su período de vacaciones por ese mismo motivo, pues la sola idea de mostrarse en traje de baño dejaba al descubierto su defecto corporal. Refiere que a partir del mes de Abril y Mayo 2002 empezaron sus conflictos conyugales ligados a la separación.
Refiere ser una mujer muy detallista y coqueta en lo que se refiere a su aspecto personal, cuidadosa de su silueta por lo que hace gimnasia desde siempre - cosa que es evidente a simple vista- , y que a partir de los resultados nefastos de la operación se ha esforzado enormemente en hacer ejercicios centrados en los músculos pectorales, cargando peso moderado a los efectos de arreglar la posición defectuosa de las mamas, especialmente la derecha, que quedó con el pezón caído, tonificando la musculatura que sostiene las mamas.

IV.-DE LA PRESENTACION PERSONAL Y OTRAS CARACTERÍSTICAS PSICOLÓGICAS:
Se presenta con cierta antelación a lo convenido, se muestra ansiosa y muy problematizada por la situación que se encuentra atravesando, la que aborda inmediatamente. Su aspecto externo presenta una vestimenta correcta y acorde a la situación actual, su forma de expresarse es compatible a su nivel de instrucción. El curso y contenido de pensamiento son encuadrables dentro de los parámetros de la normalidad, no presenta pensamientos bizarros, tampoco actividad delirante ni alucinatoria, por lo que descarta patología psicótica. Se encuentra con conciencia lúcida y orientada en tiempo y espacio, como también puede diferenciar lo valioso de lo disvalioso, encontrándose dentro de una normalidad psico-jurídica.
Los relatos son coherentes y se hilvanan lógicamente, por lo que expresa claramente que su problemática -motivo de esta pericia- se halla fundamentada en la necesidad de una reparación, no de tipo económica sino de tipo psicológica y física, ya que a partir de la intervención quirúrgica de mamas su vida cambió sustancialmente. Se percibe una personalidad dentro de las variables de la normalidad, con tendencias a una alta autoexigencia y por ende a la sobreadaptación, por lo que de existir un acontecimiento de características traumáticas que impacte en el psiquismo, pondrá en peligro el equilibrio psicosomático de la dicente, repercutiendo profundamente en su autoestima y en su concepto de Sí, descompensando este tipo de personalidad hacia la rigidización caracterial, el incremento de ansiedad y los trastornos psicosomáticos. Es dable destacar que toda intervención quirúrgica malograda, sobre todo si ésta se relaciona directamente con la imagen corporal tanto externa como intrapsíquica, son factores necesarios y suficientes para convertirse en verdaderos desencadenantes de desequilibrios psicopatológicos.

V.-ANÁLISIS DE LAS TÉCNICAS PSICOLÓGICAS IMPLEMENTADAS
La batería psicodiagnóstica administrada se basó en:
- Test Guestáltico Visomotor de Bender
- Persona con relato integrado
- 2 Personas en interrelación con relato integrado
- Test del Árbol y la Casa (H.T.) con relato integrado
- Persona bajo la lluvia con relato integrado
- Cuestionario Desiderativo
- Psicodiagnóstico de Rorschach

En el Bender se observa una tendencia a expandirse en gráficos cada vez más aumentados en su tamaño. Se da por lo tanto un fracaso en el control yoico, aflorando vivencias de contenidos ansiógenos que se manifiestan como fallas en el control de los impulsos, de ahí que aparezcan distorsiones en las formas, dificultades en el cierre de los ángulos, y una no previsión en el espacio a utilizar, especialmente manifestado en la reproducción de la figura Nº 6. No se detectan manifestaciones de índole psico-orgánica.
En cuanto a los gráficos que representan dibujos de personas, se manifiestan severos conflictos frente a los atributos sexuales femeninos (cabellera rala casi inexistente haciendo alusión simbólica a pronunciado conflicto respecto a los atributos sexuales femeninos; vestimenta abotonada y cerrada desde el cuello, por lo que simboliza un gran malestar y represión a nivel de su identidad sexuada que aparece patentizada en el cuerpo del personaje dibujado). Los relatos que acompañan a estos gráficos intentan minimizar la gravedad del conflicto, a través de comentarios banales. Asimismo es interesante recalcar la intensa autocrítica de la evaluada que no cesa de decir que se considera absolutamente inepta para expresarse a través de los dibujos. Comentario éste que por insistente oculta otros significados que se relacionan a una intensa vivencia de minusvalía en su autoestima. De la misma manera el gráfico de la casa muestra aspectos defensivos, intentando neutralizar o anular todo contacto, ya que la casa parece alejada, y con aspecto de estar vacía por el efecto dado por las ventanas, la puerta, y el caminito que no conduce a ningún lugar. En cuanto al árbol muestra también un aspecto disarmónico, cuyo tronco es muy pequeño y se encuentra sombreado, indicando esto la presencia de conflictos a nivel corporal del tronco, y con una copa demasiado grande que se encuentra como inclinada -como soportando una ráfaga de viento- , lo que simboliza la presencia de conflictos intrapsíquicos que se asocian a vivencias traumáticas.
En el gráfico de “persona bajo la lluvia” se reiteran las mismas características descritas que en la persona, con el aditamento de una remarcación de los trazos del tronco, con presencia de botones y una evidente dificultad al dibujar los brazos, todo ello indicativo de conflicto a nivel de esa parte del cuerpo, por lo tanto cobra valor de indicador psicológico de la presencia de trastorno a nivel corporal. (se acompañan los protocolos originales de las técnicas gráficas)

El cuestionario desiderativo muestra aspectos contrastantes y clivados de su personalidad, por un lado los aspectos valorizados y fuertes que se asocian a una coraza caracterológica protectora y enérgica, y por otro lado aparecen aspectos de indefensión, vulnerabilidad y desvalorización que contrastan con los primeros. Frente a esto, hay un esfuerzo yoico de sobreadaptación para insertarse en la realidad que conlleva a un posible agotamiento de sus recursos defensivos y por ende a una desestabilización psicosomática.

El Rorschach muestra indicadores de intenso conflicto a nivel de la identidad corporal y sexuada, apareciendo intensas manifestaciones de ansiedad de tipo hipocondríaca y confusional ligadas a fantasías de daño de órganos internos vitales como sexuales. No siendo un protocolo con características de personalidad ni psicótica, ni borderline, sino de una personalidad considerada como variable de la normalidad, con tendencias fuertemente caracteriales y defensas rígidas que son fallidas dando paso a la manifestación de importante monto de ansiedad.

VI.-ANÁLISIS INTEGRADO DE LA ENTREVISTA Y LAS TÉCNICAS
Se deduce de todo lo analizado supra, que la entrevistada fue alcanzada por el impacto psicotraumático del evento dañoso de autos, haciendo efracción en su personalidad de base de características neuróticas –variable de la normalidad-, lo que acentuó sus aspectos defensivos rígidos, que ya no son eficaces en su tarea de defensa, siendo invadida por un importante incremento de ansiedad hipocondríaca/confusional, que distorsiona la imagen de su identidad sexuada y corporal.

VII.-CONCLUSIONES DIAGNÓSTICAS:
- Se encuentra en la peritada la presencia de DAÑO PSÍQUICO que ha trastornado la vida familiar, de relación, laboral, física y sexual, constituyendo un serio y complejo trastorno en el devenir de esta persona que se encuentra afectada profundamente en su autoestima y en el desarrollo de sus potencialidades de las diversas facetas de su vida. Esto constituye un déficit o invalidez que se encuentra codificado en el “BAREMO PARA DAÑO NEUROLÓGICO Y PSÍQUICO DE CASTEX & SILVA” bajo el Código 2.6.5 DESARROLLOS REACTIVOS, en grado moderado del 25% del VPI-VPG (valor psíquico integral-valor psíquico global).

- Debe asimismo cumplir con tratamiento psicoterapéutico para elaborar la pérdida de su autoestima en relación al daño ocasionado en su identidad sexuada, por lo que deberá asistir a sesiones de psicoterapia con una asiduidad mínima de una vez por semana, por el término de año y medio a dos años. Cada sesión de psicoterapia se calcula a un valor de mercado de $70.-

- Se hace mención de la existencia de Daño Moral que se manifiesta como infelicidad, aislamiento, dificultad para la vida sexual normal y dificultades para el desarrollo de su vida laboral.

- Que es todo cuanto esta experta puede informar a V.S.



SEGUNDO CASO:


INFORME PSICODIAGNÓSTICO CON ORIENTACIÓN FORENSE

Persona evaluada: B E R, evaluada el 04 y 06/10/06

Se le administró a los fines de la evaluación las siguientes técnicas como modo de abordaje:

-Entrevista semidirigida
- Batería psicodiagnóstica compuesta por técnicas gráficas proyectivas: Una Persona; Dos Personas; Familia Kinética; H.T.P. (casa, árbol, persona); Persona bajo la lluvia, todos acompañados de relato integrado.
- Test guestáltico visomotor de Bender
- Cuestionario Desiderativo
- Psicodiagnóstico de Rorschach
-Test de Apercepción Temática – T.A.T. (de Murray)


I) Datos personales, de filiación y otros:
B E R, se la identifica con D.N.I. ******, de 48 años, casada con ****, de 50 años y de profesión comerciante, es madre de dos hijos, una hija de 20 años con estudios universitarios en Turismo, y un hijo de 16 años que cursa el 3º año del secundario.
Su padre falleció complicado por una polineuritis a los 78 años en 1998, de profesión comerciante, había iniciado la primera estación de servicio, que hoy día siguen explotando como empresa familiar. Su madre vive, de 83 años es pensionada y convive con otro hijo que es soltero. Este hermano soltero trabajó en la primera estación de servicio, pero a raíz de una caída que le afectara las rodillas, ya no puede trabajar.
Cuenta con estudios secundarios completos y luego con estudios de periodismo de tres años de duración cursados en el Círculo de la Prensa, carrera que concluyó en 1980.
Sus actividades laborales habituales, que se encuentran interrumpidas desde Marzo 06 a partir de la intervención médica de la actual causa de mediación, son la de Socia-Gerente de la sociedad familiar “********* S.R.L.” y de otra empresa también familiar “************”.





II) Entrevista, historiografía y datos relacionados a su estado de salud actual

Refiere que a raíz del hallazgo de microcalcificaciones mamarias detectadas en tres estudios mamográficos consecutivos, su médico tratante, le solicitó efectuarse un estudio específico de diagnóstico que consiste en una punción de biopsia mamaria con aguja gruesa y monitoreada simultáneamente a través de imágenes mamográficas. Comenta al respecto que esas microcalcificaciones “son como puntitos blancos, que te tienen que decir que están ahí porque si no se confunden con las imperfecciones de la fotografía”(Sic.)
Agrega que este estudio le fuera solicitado en Diciembre 2005 pero debido a sus vacaciones durante Enero y Febrero 2006, como también a ciertos temores relaciones al mismo, el estudio fue postergado hasta el 03/03. Su médico le había explicado que “el estudio no era doloroso, salvo un mini tajito, un pequeño pinchacito… (Sic.). Continúa diciendo que el médico que le hizo el estudio, el ******* del Centro Médico ******, le corroboró que se trataba de un estudio que no le produciría nada grave, que le preguntó si podía ir sola, le contestó que sí, a lo que concurrió sola el día de efectuarse dicho estudio. Agrega: “Me sentaron, era difícil la posición porque al tiempo de la punción se debía observar la mamografía, y que iba a sentir un ruidito como de un blister cuando se rompe por cada muestra, y ahí empecé a sentir un dolor terrible, estaba descompuesta, empapada y fue tal la descompostura que me desvanecí”(Sic.) Agrega que luego de un rato se empezó a recuperar y entonces pensó en no volver al día siguiente para volver a pasar nuevamente por todo eso, por lo que le dijo al médico que siguiera adelante con el estudio. Así, cuenta que nuevamente le pasaron anestesia, supuestamente xilocaína que no fue tal ya que se le inyectó por error formol. Así le hicieron el estudio, ya ella no sentía nada, e inmediatamente le dieron hielo para que se colocara sobre la zona de la punción, durante unos 10 minutos aproximadamente. Percibía en el Dr. **** una actitud tranquila, no dándole importancia al hecho sucedido. Le colocaron una gasa y cinta adhesiva y le indicaron que debía cambiarse la gasa entre 2 o 3 veces por día durante una semana, curarse con Pervinox la herida hasta que formara la cascarita, y si le dolía tomara Ibupirac.
Refiere que al llegar a su casa descubre que en su mama tenía una lesión verde-parduzca de aproximadamente no menos de 3 cm de diámetro y mucha molestia, que se inflamó de una manera terrible durante el fin de semana. Llegado el día lunes refiere que llamó al centro del Dr. **** para informarle al médico que todo andaba muy mal, y éste le dijo que pasara así la revisaba. Aduce que al retirarle la gasa, el Dr. **** quedó “estupefacto”(Sic.), e inmediatamente le hizo una ecografía directa en esa mama. Agrega en el relato que ella misma se sentía como culpable consigo mismo por presentarse ante el médico como un caso tan difícil. Agrega que el médico le recetó antibiótico (Cefalexina 500 mg) cada 6 horas durante 10 días. Que le preguntó al médico respecto de si la mama se desinflaría sola o debía ponerse hielo, éste le respondió “como quiera” (Sic.). Luego de esta visita, decide llamar a su médico de cabecera, el Dr. ****, quién la revisa y advierte que el tejido de la mama estaba necrotizado, no entendiendo el motivo que había generado semejante reacción patológica. Así, éste comienza a tratarla con Rifocina y Farm X en crema, además del antibiótico que le habían indicado, que su lesión fue tratada como se tratan a las quemaduras, esperando que el tejido deteriorado se cayera solo. Que en lugar de caerse la piel, se formó una escara, por lo que se decide practicársele una operación llamada “toilette quirúrgica” (limpieza) para remover los tejidos necrotizados. Comenta que dicha lesión parecía un pozo de un cm, y que la piel para empezar a regenerarse tardó aproximadamente 6 meses. Que debía colocarse Furacín crema, y gasa furacinada, y así una vez por semana su médico la iba curando. Aclara que su cirujano jamás volvió a citarla luego de la 2º consulta que tuviera ese día lunes. En una palabra, el profesional que tomó a cargo la curación de la mama fue su médico de cabecera, y no quién le produjera la tremenda lesión en la mama.
Esta situación le advierte que la actitud médica del Dr. **** frente a la lesión provocada fue de escasa o hasta nula responsabilidad médica, no afrontando éste último nada de lo sucedido, y agrega “es increíble la actitud tomada por el médico, no se puede mirar para otro lado” (Sic.)
Las curaciones auto-realizadas le llevaban cerca de ½ a ¾ de hora, y debía realizarlas a razón de 4 veces al día. Durante dicho período de tiempo no podía hacer esfuerzos, ni movimientos que pusieran en peligro el tejido que se estaba regenerando. Pensó que tal vez su mama podía quedar finalmente bien, y por momentos pensaba que podía perder la mitad o una cuarta parte de la mama. Al cabo del tiempo necesario para la cicatrización, pudo observar que dicha cicatriz le produjo una asimetría ya que quedó como retraída por efecto del tironeo que ejerce el tejido cicatrizal, al tiempo que perdió buena parte de la areola. Esto motivó un rechazo a esa parte del cuerpo, se resiste a mirarse y a que la miren, y eso la altera mucho en su vida personal. Asimismo refiere sentir molestias en dicha zona. Agrega que dudó si le habían sacado las microcalcificaciones por lo que creyó que debería pasar nuevamente por el mismo estudio, situación que la conflictuó bastante.
Cuenta que antes de esa intervención era una persona muy activa, “muy pila” y dinámica, pero que desde el 03/03/06 ya no siente lo mismo, debió abandonar sus clases de gimnasia y deportes. Agrega que actualmente sí estaría en condiciones de retomar la gimnasia, pero que ya no está motivada, no tiene ganas. Tampoco concurre a su trabajo desde esa fecha, dando a entender que su vida tuvo un cambio negativo rotundo a partir de esa intervención médica desafortunada.
Comenta que su vida actual es estar en su casa, que no puede hacer nada porque nada le produce placer, se limita a ordenar la casa, hacer las camas, mirar T.V.
Esta falta de placer vital o anhedonia se verifica a través del lenguaje gestual de la entrevistada, quién no transmite ningún tipo de sentimiento de goce por la vida, su voz es monocorde, sus comentarios son acordes con la existencia de un psiquismo empobrecido propio de los cuadros psicopatológicos descritos por la Escuela de Psicosomática de París, cuyo exponente más importante es el Dr. y Profesor Pierre Marty, médico psicoanalista quién describe a este tipo de pacientes como portadores de una gran inhibición en su esfera psico-afectiva, con una modalidad de funcionamiento psíquico de tipo operatorio, y presentando una Depresión Esencial.
Esta Depresión Esencial junto al funcionamiento psíquico operatorio acompaña a los cuadros llamados psicosomáticos donde es flagrante la incapacidad de vivenciar a profundidad cualquier sentimiento o afecto de bienestar vital, ya que se produce un borramiento del espacio intrapsíquico que es el lugar de la actividad asociativa ideo-afectiva, dando como resultado una chatura emocional que es producto de las fallas de mentalización y de simbolización. El estado de pobreza emocional resultante es pues lo que se observa en este tipo de pacientes que suelen caer una y otra vez en cuadros psicosomáticos diversos que van alterando gradualmente no sólo su salud psicofísica, sino que empobrecen de forma global todo y cada uno de los aspectos vitales del individuo, pudiendo descompensar en enfermedades que tiendan a complicarse seriamente.
La descripción que la entrevistada hace de sí misma permite valorar al experto la objetivización de una subjetividad que padece de una enfermedad que invade todos sus aspectos vitales y que no logra identificar con nada concreto, lo que le genera bastante culpa ya que no puede explicarse ni explicar a los demás qué es lo que padece, siendo justamente esta característica la más típica expresión psico-clínica de la Depresión Esencial y del funcionamiento Operatorio, la queja difusa, tal como lo describe la escuela de Psicosomática de París.

Al relatar el aspecto afectivo vincular con sus hijos, vuelve a aparecer el sentimiento de culpa hacia ellos, ya que describe que con su hija todo está “bien, es un sol la pobre, siempre al lado mío empujándome para que haga algo”(Sic.); y respecto a su hijo dice “es un solcito, pero tiene bastantes problemas con el estudio, y a veces le enoja la situación por la que estoy pasando”(Sic.)
Se le pregunta si podría trabajar nuevamente, a lo que responde que como poder hacerlo, podría, pero que no tiene ganas ni voluntad; se le pregunta por cuánto tiempo cree que no podrá hacerlo, y responde que “prefiero no pensar”.
Esta es la más típica respuesta de los pacientes alcanzados por trastornos psicosomáticos o alexitímicos, donde lo que prevalece es la gran inhibición ideo-asociativa, no pudiendo ahondar en temas de su futuro, ni en sus proyectos vitales, mostrándose restrictivos en su desempeño habitual lo que muestra el efecto de una mediocre mentalización-simbolización de sus contenidos psíquicos.
Se le pregunta acerca de su vínculo con su marido, a lo que responde espontáneamente “No viene”(Sic.). Frente a esta expresión, se intenta aclarar qué significa esto, si quiso decir que el marido tal vez se está yendo de su lado, alejando, y explica que al principio el marido comprendía por lo que estaba pasando, el estudio de mama, luego las complicaciones surgidas, la formación de la escara, pero al cabo de cierto tiempo éste le plantea que deben volver a una vida normal de pareja, que no se puede continuar así sin vida sexual. Agrega que ella no puede asumir eso, que se siente como una “monja casada”(Sic.), que no se anima a que la vea desnuda, que se cambia en el baño, se pone el camisón, se cubre, “no me ve y no me importa”(Sic.)
Se interroga acerca de su vida social, respondiendo que está muy limitada, que se comunica por teléfono, ya que siente que “esto no lo puedo compartir con mis amigas, sólo puedo hablar de temas generales, pavadas” (Sic.)
Agrega que realmente está viviendo en un verdadero infierno, ya que su vida laboral y económica era compartida con su marido, y la ausencia de ella motivó no sólo su propia pérdida laboral sino que debieron tomar una persona que ocupe su lugar, por lo que genera gastos de sueldo extra que antes no existían. Refiere que hay un antes y un después de este doloroso suceso, “la vida nos cambió a todos, en mi casa, en mi trabajo, yo no puedo hacer más de lo que hago”(Sic.)
Finalmente se le pregunta si teme por el futuro de su matrimonio, a lo que responde “ni me interesa pensarlo”(Sic.)

De su infancia refiere las enfermedades banales de dicho período como varicela, rubéola, paperas. De su adolescencia cuenta que fue divertida, que salía con su grupo de amigas y amigos. Que tuvo su primer novio a los 17 años, luego a los 20 años se puso de novia con quién hoy es su marido casándose a los 24 años. Al cabo de cinco años nació su primer hijo, que para ese entonces ya tenían una casa propia que había sido obsequiada por sus propios padres.
Se pregunta acerca de su dormir, a lo que refiere que duerme 6 horas corridas de noche, y 2 horas de siesta.
Sobre su alimentación manifiesta que aumentó la ingesta, ya que al estar en la casa “picotea” todo el tiempo. Que actualmente no concurre al gimnasio ni tiene actividades deportivas, ni sale a pasear, ni nada de nada.

Respecto al desenvolvimiento durante la entrevista, se la describe como inhibida, restrictiva por dificultad de asociación de ideas, monocorde en su manera de hablar, aburrida, si bien comprende las consignas y colabora con las tareas solicitadas respecto de brindar la mayor información sobre su estado actual, y la realización de los diversos tests que se le administran, no se aprecia en la entrevistada ninguna actitud de querer emprender un litigio judicial en contra del médico que le causó el enorme perjuicio a su salud, ya que su estado psico-emocional se encuentra embotado, inhibido, apagado y atrapado dentro del cuadro descrito de Depresión Esencial y funcionamiento Operatorio, estado del cual no puede salir sin mediar un tratamiento psicoterapéutico y psicofarmacológico.

No presenta trastornos sensoperceptivos, por lo que se descarta patología psicótica; el vínculo con la realidad se encuentra dentro de los parámetros de la normalidad; su capacidad judicativa es correcta, por lo que se la encuadra dentro de la normalidad psico-jurídica.

Lo que sí se manifiesta son los trastornos emocionales que impactan en el desarrollo normal y habitual de su vida, presentando una inhibición importante en su despliegue vital, con significativa merma en su capacidad de goce por la vida tanto recreativa, laboral, económica, familiar y de pareja, indicadores indudables de la existencia de Daño Psíquico de relación causal y directa con el evento dañoso de la mala praxis médica a la que fue sometida.


III) Análisis de las técnicas implementadas:

En general los test gráficos muestran configuraciones intrapsíquicas de contenidos banales a ultranza, los relatos son a-conflictuales, hay una sobre-adaptación a la realidad dando un aspecto de normalidad cuando en realidad se trata de una normopatía que obtura toda expresión pulsional. Así tanto las expresiones gráficas como los relatos que acompañan a dichos dibujos muestran un grado de excesivo conformismo por lo que no traducen otra cosa que una mera descripción de la realidad de forma convencional desprovista de toda connotación conflictiva. Justamente esta simplicación de índole emocional marca la afectación más típica de las organizaciones psicosomáticas o alexitímicas.

El Test guestáltico viso-motor de Bender muestra figuras cuyas formas guestálticas están bien organizadas, si bien la secuencia es confusa y tiende a una colisión entre 3 figuras, debido a la ansiedad de base que presenta. No obstante no se detectan signos de psico-organicidad.

El cuestionario Desiderativo vuelve a confirmar la aparición de contenidos intrapsíquicos de características banales, con escasa profundidad en lo afectivo, está en un sistema defensivo que muestra una suerte de inhibición del Yo, lo deseado y lo rechazado pasa por motivaciones de tipo convencional, ej. arbusto con flor porque son agradables y si tienen flor, además son bellos; o bien una mesa porque me parece algo necesario…Y cuando responde por aquellas cosas desagradables elige una cucaracha porque dan asco, o bien un yuyo porque son inútiles, invasivos, o un trapo de piso porque es un elemento devaluado.

En el Psicodiagnóstico de Rorschach se detectan indicadores de una estructura de personalidad adaptada, dando respuestas esperables, convenientes, sin traducción de impulsividad ni gran conflictividad interna. Sí llama la atención la proyección que da en lámina VII, lámina que moviliza aquellos aspectos inconscientes ligados con la femineidad, frente a la cual encontramos una respuesta muy significativa de Daño Psíquico cuando dice:

“Acá hay dos mujeres enfrentadas con un peinado para arriba, se ven las cabecitas hasta el inicio de los hombros… y parte del vestido, de la pollera. A las mujeres les faltaría media parte frontal (justamente a la altura del pecho), y sigue el cuerpo, y están sentadas, se ven las polleras, como que están sentadas”(Sic.)

Lo resaltado en negrita es sin duda alguna la proyección inconsciente de su propia vivencia de daño corporal a nivel de su pecho o mama deteriorada, lo que aparece como material inconsciente de forma directa y precisamente en la lámina de la femineidad.
Este acuse de recibo proveniente de su estructura inconsciente hace referencia de la existencia de la injuria narcisística que le produjera la intervención médica, que es vivenciada como deformidad o como algo faltante en su identidad sexuada.

Asimismo el T.A.T. muestra una configuración psíquica estructural propia a una organización psicosomática de la personalidad, cuyos mecanismos de defensa intentan sofocar toda expresión pulsional, banalizando todo esbozo de conflicto, recurriendo a modalidades defensivas y de afrontamiento que pasan por una mera descripción de todo aquello que se sucede de manera fáctica, actual, así aparecen expresados sentimientos de circunstancia, lo que debe hacer, lo que está aceptado socialmente.


IV) CONCLUSIÓN DIAGNÓSTICA DESDE LA PSICOLOGÍA FORENSE

Esta experta encuentra en la persona de la entrevistada la presencia de una Organización Psicosomática de la personalidad, con la expresión típica acompañante de Depresión Esencial y modalidad psíquica de tipo Operatoria.

Dicho cuadro psicopatológico se formó de forma reactiva y en relación directa con el evento dañoso de mala praxis ejercida en su mama, que provocando primero un severo daño corporal, causó un importante impacto afectivo en el psiquismo de la entrevistada dejando una impronta severa en la Identidad Sexuada primero, y luego alcanzó la Identidad total de la misma, arrasando negativamente sobre todas las áreas vitales de la afectada, tal como lo describe el Maestro Argentino en Daño Psíquico, Dr. Mariano N. Castex, cuando en su libro “El Daño en Psicopsiquiatría Forense” , Cap. II, “Daño Psíquico y su concepto”, pág. 39, Cuadro 1 dice:

“Daño Psíquico, definición del concepto, aquello que se constituye en reacción a: Una injuria, un traumatismo o una lesión con entidad suficiente para ello. Reactivo a un hecho traumático que reviste características de excepción en la vida del sujeto. Así se lo entiende como toda forma de: deterioro, o disfunción, o, disturbio, o, alteración, o, desarrollo psicogénico, o psicoorgánico, o, trastorno, o, perturbación que impactando sobre las esferas afectivas y/o volitiva, limita, sea esto en forma transitoria o permanente, la capacidad de goce individual, familiar, laboral, social y/o recreativa.”

Esta experta encuentra en la persona de la entrevistada la presencia de Daño Psíquico, que de acuerdo al “Baremo para Daño neurológico y Psíquico de Castex & Silva, se encuentra codificado como 2.6.5. Desarrollos Reactivos en Grado Severo, correspondiéndole un 35% del VPI-VPG (valor psíquico integral-valor psíquico global), y cuya correspondencia al CIE 10 se encuentra parcialmente con F45 Trastornos Somatomorfos.
Asimismo no puede soslayarse la existencia de Daño Moral debido a los cambios soportados en todas las áreas vitales, tal como se describiera más arriba, y que recaen en todos los miembros de su familia, en especial en la persona de su marido.
V) OTRAS CONSIDERACIONES PSICOLÓGICAS
De acuerdo a lo explicitado supra, se considera indispensable el cumplimiento de un tratamiento psicoterapéutico de no menos de 2 años con orientación psicoanalítica aplicada a trastornos psicosomáticos, a razón de 2 veces semanales. Y en el caso de ser necesario prescribir psicofármacos por posibles alteraciones de funciones vitales, prever al menos 8 visitas anuales a especialidad psiquiátrica por lo menos durante 2 años.
Actualmente se calcula el costo de cada sesión o consulta psico-psiquiátrica en un valor promedio de $80.-
Es todo cuanto esta experta puede decir.
Buenos Aires, 10 de octubre de 2006