miércoles, 21 de marzo de 2007

Cuando “minoridad” es la nihilización del Sentimiento de Sí

Por Patricia Martínez Llenas

“No tengo nada que ganar ni nada que perder. Estoy jugado. Usted es alguien, yo no soy nadie”, me decía un joven que acababa de cometer un crimen de esos que la justicia caratula homicidio en ocasión de robo. Pero también escuchaba de otro cuando le preguntaba acerca de su historia “usted no es nadie” (Del artículo de Liliana Álvarez: De Jóvenes, Actos Delictivos y Responsabilidades)

Frases fuertes, cargadas de un sentimiento de Sí más que negativo, de no ser nadie ni nada. Proceso de aniquilación de la identidad, que supone un importante camino regresivo hacia un narcisismo desfalleciente, donde el Yo no cumplió con su rol de reservorio pulsional de vida, de eros, sino que pareciera que tan sólo hubo tánatos, agresión, destructividad. Desimbricación pulsional eros-tánatos.

¿Cabe hablar aquí del lugar de la Ley en referencia al Padre, lo que supondría una transgresión a la Ley/Padre, o como indicaría Pierre Legendre en la idea de parricidio? ¿Cabe aquí imaginar la constitución de un SuperYo, que ha sido transgredido?
“Tradicionalmente la cultura occidental ha colocado del mismo lado del orden y la ley a la función paterna. Con Edipo Freud crea una versión en la que universaliza el Complejo y lo ubica como fundamento de la moral en la sociedad y en la religión. En el Edipo freudiano se destaca el papel del padre como el pilar de la familia en cuanto a las identificaciones y en cuanto a la orientación del deseo, también es el agente encargado de establecer los límites y representar la ley.” (1)
“La instauración de la ley moral y su funcionamiento queda claramente establecida a partir de la creación de la segunda tópica freudiana en la que nace el concepto de superyó. El sujeto social esta siempre sometido a una instancia jurídica que avala, dirige o reprueba sus actos, pero también se encuentra sometido a una instancia crítica que enjuicia y condena sin que el sujeto tome conciencia de ello, es una instancia psíquica que introduce una forma de relación con la Ley y de la que deriva la relación del sujeto con las leyes.”(2)
“La consolidación de la conciencia moral es la formación del superyó como heredero del complejo de Edipo. El superyó, un derivado del padre en el modelo freudiano, tiene su origen en la introyección de ciertas características tomadas de los primeros objetos en la vida infantil, se trata especialmente de aquellos rasgos propios de toda autoridad: severidad, poder, vigilancia y castigo. Esta inscripción primera servirá como molde sobre el cual vendrán a ocupar su lugar las futuras figuras de autoridad para cada sujeto. Lo más elevado y lo más castigado estará subordinado a este código establecido prematuramente por elementos simbólicos.”(3) [(1), (2), (3) “Sobre el nacimiento de la autoridad: Freud, Lacan, Legendre. Reflexiones preliminares”, artículo de Víctor Novoa Cota].

No se ha podido arribar a la Ley del Padre, simplemente se ha patologizado el proceso de evolución psicosexual en etapas muy tempranas donde lo primordial pasaba por el Holding o sostén materno, el Handling o cuidados maternos, y Objet Presenting o la forma de presentación del mundo objetal desde la figura materna que repercutirán sobre las características ulteriores de las relaciones objetales del niño.

Si no podemos hablar de un SuperYo, ¿cabe pues hablar de las nociones de culpa y responsabilidad provenientes del derecho, para luego traducirlas a la idea de la responsabilidad subjetiva? Pues NO!!

Maternaje fallido, mediocre o ausencia de contención para la formación de la mentalización, por lo que tanto la primera como la segunda tópica freudiana serán disfuncionales, (Ics, Pcs-Cs y Ello, Yo, SuperYo), por lo que prevalecerán
funcionamientos psíquicos en proceso primario, siendo sus emergentes directos los pasajes al acto, las fallas cognitivas, las expresiones pulsionales crudas a través del comportamiento y los actos. Se ha vulnerado asimismo a todo el sistema psicosomático, donde la mala mentalización expone al “menor” a una caída en movimientos de desorganización contraevolutiva que desencadenan la entrada en la enfermedad y en un funcionamiento psíquico anclado en lo concreto, lo fáctico, lo real, al decir de Pierre Marty, en un funcionamiento psíquico operatorio (o alexitímico). Por lo que no hay posibilidad de mentalización ni de simbolización.

Yo Ideal primario, en lugar de Ideales del Yo que remitirían a un estadío evolutivo superior del desarrollo psíquico, proveniente de múltiples identificaciones. Un Yo ideal de corte narcisista, no evolutivo, insaciable, que no proviene de nadie, es a-identificatorio, y que se muestra casi siempre como inhibidor de la libertad mental.

De ahí la frase “No soy nadie, ni nada…”
Así no hay Sentimiento de Sí, ni Concepto de Sí, ni Respeto de Sí.

Pienso que la mirada de Pierre Legendre va hacia otro cuadro de figura, hacia otro tipo de personalidad criminal, y no al que nos ocupa cuando describimos a estos “menores”, -desde un concepto peyorativo, ya que no se los denomina “niños”-, donde habla de la Ley del padre, por lo tanto de un SuperYo, que se ha transgredido.

No estamos en la triangulación edípica, sino en la díada materno-filial, que no da posibilidad del ingreso de la ley del padre, donde lo endogámico es ley, y donde no hay posibilidad de poner en marcha el “aparato de pensar los pensamientos”. Relación mortífera que perpetúa la desimbricación pulsional, de ahí que el impedimento en la constitución identitaria conlleva a un sentimiento de nihilismo del self.
“De acuerdo a Freud, al comienzo de la vida se produce la dominación de la pulsión de muerte sobre la libido. Ésta última tiene como meta neutralizar la fuerza de la pulsión debido a que su carácter destructivo se ha transformado y ha sido dirigido contra el propio sujeto. La libido cumple el propósito de desviar la fuerza de la pulsión de muerte hacia el exterior convirtiéndola en pulsión de destrucción, pulsión de apoderamiento y voluntad de poder. Pero existe una parte de esa fuerza que no pudo ser desviada al exterior y queda en el interior aplicándose sobre el propio sujeto, es una mezcla de destrucción y sexualización por eso se habla en el masoquismo originario del placer de experimentar dolor.”(de Víctor Novoa Cota)
Las condiciones mesológicas desde donde estos niños son emergentes y víctimas de la violencia, la vulnerabilidad, la pobreza, la inestabilidad de las figuras parentales, por lo tanto la inestabilidad identificatoria, y todo tipo de injusticias sociales, son a mi criterio imposibilitantes de la construcción identitaria, y menos aún de una posible consciencia de culpa, que llevaría hacia una responsabilidad subjetiva.

A continuación quiero referirme a otro pasaje del artículo de Liliana Álvarez donde escribe:

“ Sólo sienten cuando son inundados por estímulos: juegan a aguantar hasta el último momento acostados en las vías para saltar y no ser arrollados por el tren, a aguantar hasta el último momento para escapar sin quemarse vivos de basurales incendiándose . Hay que aguantar, nos dicen, hablan del aguante.”

Este pasaje muestra la ausencia de ideales y la presencia de un Yo Ideal primitivo fijado en el Masoquismo Primario, la falla absoluta del Holding, Handling y Objet Presenting, patético por cierto y reenviante a situaciones de revictimización traumática, y de la ausencia de un sistema defensivo de para-excitación de estímulos, (como Freud lo explicara, es el sistema de defensa que protege al psiquismo de un exceso de excitación, que evita el desborde de estímulos displacenteros que son resentidos como un aumento insoportable de afecto angustioso), que no ha funcionado primeramente desde el vínculo primordial con la madre en sus funciones anaclíticas fundantes para el desarrollo de la identidad del niño. Así la descripción de estos niños como vivo-muertos, o muertos-vivos, harían referencia a un estado de marasmo psíquico y emocional proveniente de la figura materna, y de un sistema social que no puede hacerse cargo de estos niños que quedan librados a la más extrema vulnerabilidad y violencia que se vuelve en contra de ellos mismos.

Estos “menores” nihilizados en tanto personas, son víctimas-victimarios de un sistema social perverso que está por encima de las cuestiones judiciales en las que naufragan tanto ellos como los mismos agentes del sistema judicial en su conjunto.

Hacen falta políticas de Estado que reformulen estas cuestiones, hace falta una comunidad de actores sociales que aborden de forma integral la problemática de la “minoridad desvalida”, de la familia desprotegida, del trabajo como reinserción saludable, de una cosmovisión más humanista y respetuosa, valga la redundancia, de los Derechos Humanos.

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