domingo, 6 de mayo de 2007

Acerca de “VIGILAR Y CASTIGAR” de Michel Foucault


*Lic. Patricia Martínez Llenas

I) INTRODUCCIÓN:

Debido a la magnitud y riqueza teórica de la obra del autor francés Michel Foucault, se torna indispensable hacer esta Introducción donde se mostrarán aquellos conceptos fundamentales presentes en sus escritos y ciertos datos de su biografía.

Para ello se ha tomado la fuente:

SURVEILLER et PUNIR” COMPRENDRE Michel FOUCAULT
SEPT CONCEPTS MAJEURS
Michel Foucault présenté aux étudiant/es d'EPS [1]

Dicha fuente consultada ha sido traducida y adaptada del francés por la autora del presente trabajo.

  1. Breve referencia historiográfica de Michel Foucault: [2]

Michel Foucault nació en 1926 en Poitiers, hijo de un padre cirujano y de una hija de cirujano. Cursó todos sus estudios en Poitiers, hasta las clases preparatorias para la Escuela Normal Superior. Fracasa una primera vez en el concurso del 1945, dejando entonces Poitiers por París, y desembarca en Henri IV donde prepara el concurso de la rue d’Ulm que aprueba brillantemente. Encuentra ahí a Althusser, que era maestro de estudios de filosofía en 1948. Foucault continúa sus estudios de filosofía y de psicología: licenciatura de filosofía en la Sorbonne (1948), licenciatura de psicología (1949).

Obtiene su diploma de estudios superiores escribiendo sobre Hegel, bajo la dirección de Jean Hyppolite. Esos años de estudio en la Escuela Normal Superior parecen haber sido un período de gran sufrimiento, marcado por varias tentativas de suicidio.

Foucault adhiere al partido comunista en 1950 (que dejará en 1952). Es la época donde el Partido Comunista conoce sus horas de gloria: 25% de los franceses votan Rojo. Para todos esos jóvenes que no pudieron participar en la guerra, en la resistencia, el partido constituye una ocasión de participación.

Desde un punto de vista filosófico, los existencialistas y los fenomenólogos están en la cima de su gloria.

Foucault es recibido en la agregación de filosofía en 1951. Deviene maestro de estudios de psicología en la ENS, trabaja como psicólogo en Sainte-Anne en el servicio del Prof. Jean Delay. Ahí encuentra a Daumezon, Lacan, Ajuriaguerra, Henri Ey.

Trabaja igualmente con Lagache. Foucault recordará en varias oportunidades que es a partir de esta experiencia que nace el proyecto del estudio del cual se establece históricamente nuestra relación con la locura. Es en Sainte-Anne el lugar de origen de la revolución neuroléptica, precisamente en el momento que Foucault se encuentra trabajando.

El Prof. Delay es uno de los hombres que marcan este descubrimiento. La clasificación de psicotropos de Delay-Deniker no ha sido verdaderamente jamás superada. Daumezon es uno de los padres de la psicoterapia institucional, y será uno de los primeros junto con Tosquelles en darse cuenta que la institución y sus relaciones de poder “vuelven loco”.

Foucault, primero es asistente de psicología en Lille, luego en la ENS (reemplaza a Althusser) continúa sus estudios (diplomas de psicopatología, luego de psicología experimental). Los primeros trabajos de Foucault, hasta la Historia de la Locura tratan sobre la psicología, y hasta su partida hacia Túnez, en 1996, ejercerá en la universidad como docente de psicología.

Foucault publica en 1954 Enfermedad mental y personalidad, una obra de inspiración marxista. Escribe la introducción de una traducción de Binswanger por J. Verdeaux, Sueño y existencia. Marxismo y fenomenología constituyen el terreno intelectual donde Foucault deberá franquearse para la lectura de Nietzsche, Bataille, Blanchot, Klossowki.

En Sainte-Anne, Foucault participa de los primeros seminarios de Lacan.

En 1955, por recomendación de Georges Dumezil, Foucault deviene director de la Casa de Francia en Uppsala, Suecia, donde estará hasta 1958. Foucault organiza en dicho encuadre, discusiones, conferencias, sesiones recreativas, toda suerte de eventos con el fin de promover la lengua francesa y sus intelectuales. Es en Upssala que comienza su tesis “La Historia de la Locura” que acabará en 1958. Esa partida para Suecia marcará una de las ruptura profundas decididas y teorizadas por Foucault, y uno de los grandes imperativos éticos será el desprenderse de sí mismo. El fin era descentrarse y poder volverse extranjero a su propia cultura. En Suecia, Foucault descubre una extraordinaria biblioteca constituída por 21.000 documentos: cartas, manuscritos, libros raros, y sobre todo, un fondo considerable sobre la historia de la medicina, su lectura va a alimentar su trabajo. Pasa horas y horas leyendo, tomando notas y redactando. Su tesis va construyéndose muy difícilmente.

Foucault deja Suecia por Varsovia, va a re-abrir el Centro de civilización francesa. Deja precipitadamente Polonia en 1959 y toma la dirección del Instituto Francés de Hamburgo.

Lucha a favor de los prisioneros, disidentes soviéticos, homosexuales, maoístas…, colabora con el comité SOLIDARNOSC en 1981. Ha escrito: Historia de la locura en la Edad Clásica; Las palabras y las cosas; Vigilar y Castigar; La Arqueología del Saber; Historia de la Sexualidad (1º, 2º y 3º); El uso de los placeres; La inquietud de si; Raymond Roussel; La voluntad de Saber; El Poder Psiquiátrico; Los Anormales, y otros.

Traduce también el espíritu de su época y su obra entra en resonancia con varias corrientes de reflexión que han animado la vida intelectual durante varios decenios: el Estructuralismo (Barthes, Lacan, Lévi-Strauss), el Anti-humanismo (sentido filosófico = rechazo de considerar al hombre como un actor consciente de sus actos y por la disolución de la noción de sujeto autónomo), la crítica de los poderes (Sartre, Althusser), corriente anti-psiquiátrica, para la liberación sexual (en los años 70, el deseo y la locura como lugar importante bajo la influencia del psicoanálisis), la epistemología relativista emparentada a Bachelard, Canguhilhem, Koyre, quiénes tienen como preocupación común la de vincular el pensamiento científico a los cuadros mentales de una época.

La noción de “Episteme” creada por Foucault está muy próxima al concepto de “Paradigma”, modelo creado por Thomas Khun.

La historia de las mentalidades, tiene en su obra una real proximidad con la escuela histórica de los Anales (Braudel, Beyne).

En 1984, muere de Sida.

  1. Sus temas de estudio son:

La Locura, la Epistemología, el Poder, la Medicina, la Sexualidad, la Ética, las Ciencias del Hombre desde la Antigüedad hasta el S. XIX

  1. Tesis dominante:

Mostrar que cada época produce un “discurso dominante” considerado de decir la verdad sobre el mundo y de imponer sus normas.

- Poder y Saber: Para Foucault, el poder no es atributo del Estado, está presente en todas las Instituciones tales como la Prisión, la Escuela, la Usina o Fábrica, la Familia, o las Disciplinas científicas. La “Sociedad Disciplinar y Normalizadora”

transforma al individuo en “materia a trabajar, en curva a progresar”. Para Foucault, el poder acciona directamente sobre el Cuerpo y se expresa bajo forma de reglamentos, disciplinas, mandatos que hacen del cuerpo una materia a trabajar.

Las 4 características del PODER:

1. Es inmanente, no está unificado por lo alto y se ejerce en “focos locales” (niños, educadores…)

2. El poder varía en permanencia: incesantes modificaciones en las relaciones de fuerza, el poder se inscribe en un doble condicionamiento, a pesar de su carácter “microfísica” obedece también a una lógica global que es característica de una sociedad a una época.

3. El poder es indisociable del Saber: todo ejercicio del poder en una sociedad moderna es también lugar de formación del saber (sobre lo viviente, la locura, el sexo, la infancia…), y de forma simétrica, todo Saber establecido permite y asegura el ejercicio de un poder (ej. demografía, criminología…manera de conocer la población y controlarla).

4. De la Punición a la Vigilancia: en su estudio “La exclusión”, Foucault toma al S XVIII como bisagra en la historia de la Punición (castigo); hasta ese momento el castigo era igual a torturas, ejecuciones públicas y luego prisión (cara oculta del procedimiento penal)

5. La Sociedad Disciplinar para Foucault: las máquinas a controlar los cuerpos, como la escuela, la fábrica, la prisión, crean una sociedad disciplinar que responde a diversas mutaciones mayores (demográfica, económica, política, tecnológica) a las cuales el Antiguo Régimen no podía enfrentar. Es necesario articular de manera óptima el crecimiento demográfico con el desarrollo de sistemas de producción (acumulación del capital). La respuesta a ese doble problema toma la forma de una “microfísica del poder” caracterizada por tres novedades:

- La escala de controles, y acá no se trata de los cuerpos globalmente como una unidad indisociable, sino de ejercer sobre dichos cuerpos una coerción sostenida a nivel del movimiento y de las actitudes.

- Ese control no se ejerce sobre los elementos significantes de la conducta o sobre el lenguaje, sino sobre la eficacidad de los movimientos –“la sola ceremonia que importa es aquella del ejercicio”.

- Sobre la modalidad del control: una coerción constante vela sobre los procedimientos de la actividad más que sobre sus resultados, y cuadrilla de cerca el tiempo, el espacio, los movimientos. Se puede llamar “disciplinas” a esos métodos que autorizan el control minucioso de las operaciones del cuerpo. Ellos devienen, para Foucault, en el S XVIII en formas generales de dominación en las casernas, escuelas, fábricas o prisiones. Para ello hace falta repartir a los individuos en el espacio según un principio de encierro –claustro o reclusión-; asignar las masas movientes en lugares cercados (cada uno su lugar y su rango), controlar la actividad (empleos de tiempos racionales). El trabajo es vuelto obligatorio (control estrecho). Para una pedagogía del movimiento, para la notación y la clasificación, para la vigilancia jerárquica, la sociedad disciplinar individualiza la masa anónima. “¡Que hay de sorprendente, si la prisión se asemeja a las fábricas, a las escuelas, a las casernas, a los hospitales, y todos se asemejan a la prisión!”

4. Siete conceptos mayores en la obra de Foucault:

1. Arqueología del Saber: Tiende a desbrozar las condiciones de aparición de un discurso (sus fundamentaciones). El archivo es el material privilegiado del historiador.

2. Disciplina: La puesta en forma del saber dentro de una disciplina, supone una cierta normalización de las formas del pensamiento.

3. Discurso: Foucault lo encuentra en las obras científicas, los manuales didácticos, los textos de la ley que dirigen o administran un dominio. Se trata de un corpus de textos de contenidos científicos o pedagógicos que están insertos en el cuadro de pensamientos propios de una época.

4. Episteme: Cuadro de pensamiento propio a una época. Está próximo del “Paradigma” creado por Thomas Khun (filósofo de las ciencias). Según Foucault el episteme de un período le sigue brutalmente a aquel del período precedente.

5. Poder: No es atributo exclusivo de un hombre, de un Estado, de una clase. Es difuso y no localizable en un lugar preciso. La microfísica del poder, considera a analizar los métodos de dominación, y no la naturaleza o las fuentes del poder.

6. Razón: Aquí, no en el sentido matemático. La razón es sinónimo de pensamiento científico o filosófico. Se la opone a las creencias juzgadas como irracionales y que están fundadas sobre los deseos y las pasiones.

7. Saber: No es un conocimiento neutro, objetivo y universal. La “voluntad de saber” implica un proceso de dominación sobre los objetos y sobre los hombres.

5. Las tres épocas del pensamiento:

1. Edad Pre-Clásica (Edad Media y Renacimiento): “Pensamiento de semejanza y de analogía”, por ejemplo, analogías entre los cuatro elementos y los tipos de enfermedad o de caracteres humanos (la nuez cura los males de cabeza porque se asemeja a un cerebro…)

2. Edad Clásica (mitad del S XVII hasta comienzos del S XIX): “Pensamiento del Ordenamiento y de la Clasificación”, ejemplo, las ciencias naturales: la evolución.

3. Edad o época de la Modernidad (comienzo del S XIX): “Pensamiento de la Historia”. Se trata de encontrar un orden lógico (una razón) oculto en el mundo y de repartir los objetos según clasificaciones formales, ejemplo: Linné clasifica las especies animales y vegetales –clasificación universal-.

6. LA HISTORIA DEL CASTIGO COMO “FUNCIÓN SOCIAL

COMPLEJA”

El problema, remonta a Nietzsche. Del castigo, Nietzsche dice que no se trata solamente de una institución destinada a mejorar o a disuadir, tampoco a ejercer una venganza bajo la protección del derecho. El castigo es más un objeto complejo donde hay que distinguir dos cosas: de un lado, el uso, el acto, el “drama”, por lo tanto un procedimiento; de otro lado, la “finalidad” y la “espera” asociadas a la puesta en marcha de este procedimiento.

Si el procedimiento (usar una dramatización) es “relativamente permanente” en la historia, y anterior al castigo mismo, en revancha, la fluctuación en el curso de la historia de la finalidad y de la espera -¿que puedo esperar del hecho de castigar?- hace que el castigo no tenga más un sentido único, sino una síntesis de “sentidos”. Imposible de definir dice Nietzsche (“todo el pasado histórico del castigo, la historia de su utilización tiene fines diversos, se cristaliza finalmente en una suerte de unidad difícil de resolver, difícil de analizar, y apoyándonos sobre este punto, absolutamente imposible de definir”). Nietzsche cita a granel, once de sus fines diversos. Si habla de imposibilidad, es porque tal como lo precisa más adelante, “no es definible eso que no tiene historia”.

Foucault retoma la cuestión bajo otro ángulo, analizando el castigo como un procedimiento de “problematización”, como una transformación de las dificultades y obstáculo de una práctica en un problema general. Bajo este ángulo, el castigo termina definitivamente relevando de una moral cualquiera. Condensa un conjunto de respuestas. Es una función social compleja, un elemento de la táctica política (los métodos de castigo son considerados como técnicas de poder), una etapa dentro de un “proceso espistemológico-jurídico” definido por el cruzamiento del derecho penal y las ciencias humanas.

8. DEL “SUPLICIO” DE LOS CUERPOS A LA “VIGILANCIA” DE LAS ALMAS

En el castigo, la cuestión es la manera en que el cuerpo es investido por los lazos del poder. “Vigilar y Castigar” comienza con la trascripción del suplicio de Damiens. Pero el problema que plantea Foucault es el de la desaparición progresiva de los suplicios. Obra de las leyes y de grandes códigos penales de los siglos XVIII y XIX: el cuerpo despedazado, supliciado, amputado, desaparecerá en algunas decenas de años. La “toma del cuerpo” se desanuda. El afrontamiento físico deja de ser puesto en escena. El contacto se reduce entre la ley y el cuerpo del criminal. Lo que nos parece pura barbarie primitiva se cambia por un suavizamiento penal. Pregunta: ¿se trata de un alivio de las normas? Sí, en los hechos. Pero es necesario ver si este alivio no es un desplazamiento del fin, de la espera, de los medios del procedimiento punitivo. Puesto que si no se trinchan más los cuerpos, se meten a castigar las almas (sufrimiento invisible, silencioso, decente frente a todas las miradas).

El objeto histórico de Foucault en “Vigilar y Castigar” es pues ese pasaje del cuerpo al alma como blanco del procedimiento jurídico del castigo. Pero respecto del alma, se trata más precisamente de una transformación de la manera que el cuerpo (cuerpo-alma indisociablemente) es investido por los lazos del poder. El cuerpo no es más trinchado en su carne, ahora lo es en sus procesos mentales y afectivos. Se juzga el personaje del criminal, se evalúa su moralidad, se cuantifica su grado de locura, se calcula la probabilidad de enderezarlo, de curarlo para que se convierta en un ciudadano normal, etc. También el objeto crimen cambia: se castiga la agresividad en la agresión, el deseo en el matar, la perversión en la violación. Se castiga, en el acto, la pasión que lo ha causado. El alivio penal, dice Foucault, es una técnica de poder. Se entra así, según Foucault, en una forma de poder asociado menos al Estado mismo que a la vigilancia. El cuerpo se revela como una realidad biopolítica.

El análisis del castigo, transformado en concepto por referencia a la problematización de prácticas que condensa, hace ver el alma moderna en la exacta medida que muestra que, de ahora en adelante, los individuos se constituyen como tales a través de su conformidad tácita a las normas de los procedimientos difusos de un poder que les impone “formas de vida” y “maneras de conducirse”.

El texto “Vigilar y Castigar” designa como hipótesis la idea del cambio en el modo del ejercicio del poder, que se produce en los siglos XVIII y comienzos del XIX, como correlato de la desaparición de la monarquía, y de la idea que el soberano tenía todo el derecho de castigar. Este cambio se acompaña por el aumento del poder de la burguesía que instaura un nuevo lazo con la riqueza, y que ya no tiene relación con el poder de estar ligado a la tierra, sino que supone la explotación por una clase particular de la población, la clase obrera, de una riqueza investida en máquinas, fábricas, etc., lo que determina que la riqueza la produce el trabajo. A partir de ahí, se vuelve imperativo vigilar a los obreros. Eso es tan así, que se vuelve más rentable vigilar que castigar, de acuerdo a la economía del poder industrial. Pero, ¿cómo vigilar toda una categoría de la población, y al mismo tiempo impedir su revuelta? A esa pregunta, cabe responder que ello se logra a través de campañas moralizantes, campañas de cristianización de la clase obrera. Por ejemplo oponiéndolas a otra categoría de la población: los “delincuentes”. Esta última categoría no existía en el SXVIII, sino bajo una forma muy heterogénea y nómade. Para hacerla ahora visible y existente se crea y organiza el sistema de prisiones. Eso que engendra la población de los delincuentes, en el SXIX, será la prisión. Este ha sido un proyecto de transformación de los individuos, y el fracaso ha sido inmediato. Desde 1820 se constata que la prisión, lejos de transformar a los criminales en personas honestas, produce una fábrica de nuevos criminales o empuja a los mismos en su criminalidad. La prisión produce la delincuencia, y traba por otro lado la reinserción. La etapa siguiente a constatar, será que a causa de la prisión, será necesario desarrollar una policía, que podrá vigilar a los antiguos delincuentes, y por lo tanto, también a los obreros.

Se llega así a un encadenamiento muy lógico: necesidad de vigilar a los obreros para proteger la riqueza investida, por medio de la moralización más la prisión, produciendo delincuencia, lo que necesita del poder de policía.

Se trata pues de una función social compleja que condensa un conjunto de respuestas a un problema. Ese problema es el de la vigilancia de una clase de la población. La organización de la prisión, ligada a un aparente suavizamiento de las penas, es la organización de un inmenso procedimiento de dominación de las almas, cuya nueva modalidad será, según Foucault, el “panoptismo”.

El panoptismo entendido como una invención tecnológica dentro del orden del Poder, como la máquina de vapor dentro del orden de la producción. El panoptismo (del panóptico de J. Bentham) como experimentación de la vigilancia integral, aplicada no sólo en las prisiones, sino también en las escuelas, las fábricas, las casernas, los hospitales.

II) Conceptos y comentarios del Cap.I “EL CUERPO DE LOS CONDENADOS”, contenido en la 1º parte de la obra “SUPLICIO”[3]

Luego de una minuciosa y detallada descripción de espanto y horror de las torturas públicas que eran infligidas en el cuerpo del criminal, que Foucault mediatiza a través del personaje de Damiens, ocurrido el 2 de marzo de 1757 en París, como también de la trascripción del reglamento redactado para la “Casa de Jóvenes delincuentes de París”, el autor plasma sus reflexiones diciendo:

“He aquí, un suplicio y un empleo del tiempo. No sancionan los mismos delitos, no castigan el mismo género de delincuentes. Pero definen bien, cada uno, un estilo penal determinado. Menos de un siglo los separa (…) Entre tantas modificaciones, señalaré una: la desaparición de los suplicios (…) Unos castigos menos inmediatamente físicos, cierta discreción en el arte de hacer sufrir, un juego de dolores más sutiles, más silenciosos, y despojados de su fasto visible…”

A partir de estos últimos renglones, Foucault introduce el tema que es central en la argumentación de “Vigilar y Castigar”, ya que abre el análisis de la ideología que subyace en este viraje, donde el castigo ya no pasará por el cuerpo “No tocar ya el cuerpo, o lo menos posible en todo caso, y eso para herir en él algo que no es el cuerpo mismo (…) El castigo ha pasado de un arte de las sensaciones insoportables a una economía de los derechos suspendidos”.

Derechos suspendidos, que es ahora ejercido a través del poder ya no del monarca sino que se difumina en esferas más sutiles, que se van organizando al servicio de intereses que se van perfilando con los cambios sociales y económicos, así va diciendo el autor “…un ejército entero de técnicos ha venido a relevar al verdugo, anatomista inmediato del sufrimiento: los vigilantes, los médicos, los capellanes, los psiquiatras, los psicólogos, los educadores”.

Así se observa cómo Foucault va dando a entender cómo los verdugos de otrora son reemplazados por los “expertos”

Ya a mitad del SXIX, se puede hablar de una penalidad de lo no corporal como un cambio de objetivo, así entiende esto Foucault cuando dice: “Puesto que ya no es el cuerpo, es el alma. A la expiación que causa estragos en el cuerpo debe suceder un castigo que actúe en profundidad sobre el corazón, el pensamiento, la voluntad, las disposiciones”

También va introduciendo el cambio operado en la manera de juzgar, cómo se juzga al criminal, qué es lo se juzga, estos cambios son aludidos al decir de Foucault: “…Se han puesto, pues, a juzgar otra cosa distinta de los delitos: el alma de los delincuentes (…) Desde que la Edad Media construyó, no sin dificultad, y con lentitud el gran procedimiento de la información judicial, juzgar era establecer la verdad de un delito, era determinar su autor, era aplicarle una sanción legal. Conocimiento de la infracción, conocimiento del responsable, conocimiento de la ley, tres condiciones que permitían fundar en verdad un juicio. Ahora bien, he aquí que en el curso del juicio penal, se encuentra inscrita hoy en día una cuestión relativa a la verdad, muy distinta No ya simplemente: “El hecho, ¿se halla establecido y es delictivo?”, sino también: “¿Qué es, pues, este hecho, esta violencia o este asesinato? ¿A qué nivel o en qué campo de realidad inscribirlo? ¿Fantasma, reacción psicótica, episodio delirante, perversidad?” No ya simplemente: “¿Quién es el autor?”, sino “¿Cómo asignar el proceso causal que lo ha producido? ¿Dónde se halla, en el autor mismo, su origen? ¿Instinto, inconsciente, medio, herencia” No ya simplemente: “¿Qué ley sanciona esta infracción?”, sino: “¿Qué medida tomar que sea la más apropiada? ¿Cómo prever la evolución del sujeto? ¿De qué manera sería corregido con más seguridad?” Todo un conjunto de juicios apreciativos, diagnósticos, pronósticos, normativos, referentes al individuo delincuente han venido a alojarse en la armazón del juicio penal”

Así más adelante, recalca que el juez en nuestro días hace algo muy distinto que juzgar, ya que no es el juez el único que juzga, sino que su poder se ha multiplicado en varias justicias menores y paralelas, por lo que nombra como tales a “expertos psiquiatras o psicólogos, magistrados de la aplicación de las penas, educadores, funcionarios de la administración penitenciaria se dividen el poder legal de castigar; se dirá que ninguno de ellos comparte realmente el derecho de juzgar: que los unos, después de las sentencias, no tienen otro derecho que el de aplicar una pena fijada por el tribunal, y sobre todo que los otros –los expertos- no intervienen antes de la sentencia para emitir un juicio, sino para ilustrar la decisión de los jueces”.

Pero, el eje se va centrando en el poder de castigar que se sirven de “un saber, unas técnicas, unos discursos “científicos” se forman y se entrelazan con la práctica del poder de castigar”.

Este poder de castigar se alinea con los sistemas de producción de los que toman sus efectos, “así en una economía servil los mecanismos punitivos tendrían el cometido de aportar una mano de obra suplementaria y de constituir una esclavitud “civil” al lado de la que mantienen las guerras o el comercio”(…) “El cuerpo sólo se convierte en fuerza útil cuando es a la vez cuerpo productivo y cuerpo sometido” (…) “Este saber y este dominio constituyen lo que podría llamarse la tecnología política del cuerpo”

De esta manera se va estableciendo una correspondencia entre saber y dominio, es decir, entre saber-poder, y resalta el concepto de la microfísica del poder.

III) Conceptos y comentarios del Cap. II “ILEGALISMOS Y DELINCUENCIA”, contenido en la 3º parte de la obra “PRISION”

Foucault se enfoca ahora en la perversidad que fue operando en el arte de castigar al hacer la evolución histórica de los castigos, así escribe: “El paso de los suplicios, con sus rituales resonantes, su arte mezclado con la ceremonia del dolor, a unas penas de prisiones practicadas en arquitecturas masivas y guardadas por el secreto de las administraciones, no es el paso a una penalidad indiferenciada, abstracta y confusa, es el paso de un arte de castigar a otro, no menos sabio que él. Mutación técnica. De este paso, un síntoma y un resumen: la sustitución, en 1837, de la cadena de forzados por el coche celular”. (…) “ Ahora bien, lo que, en junio de 1837, se adoptó para reemplazar la cadena, no fue el simple carro cubierto de que se había hablado por un tiempo, sino un artefacto que había sido elaborado muy cuidadosamente. Se trataba de un coche concebido como una prisión con ruedas. Un equivalente móvil del Panóptico. Dividido en toda su longitud por un pasillo central, lleva, de una parte y de otra, seis celdas en las que los detenidos van sentados de frente (…) La celda no tiene ventana alguna al exterior, y está forrada por completo de chapa: únicamente un tragaluz, también de chapa horadada, da paso a “una corriente de aire regular”. Por el lado del pasillo, la puerta de cada celda está provista de un ventanillo de doble compartimiento: uno para los alimentos, y el otro, enrejado, para la vigilancia. “la abertura y la dirección oblicua de los ventanillos están combinados de tal modo que los guardianes tienen incisamente a los presos ante los ojos, y oyen sus menores palabras, sin que éstos puedan lograr verse u oírse entre ellos”.

Esta inmovilidad, yo diría mejor, esta incomodidad mayor, tanto del cuerpo como del alma al que se veían sometidos los delincuentes, donde la vigilancia y control constante al que estaban expuestos ¿se puede considerar como una forma de corrección?

Corrección que no corrige, sino que humilla, deshumaniza, por ende, brutaliza rebajando al condenado a cosa de última categoría social.

Este supuesto aspecto “correctivo” no hace otra cosa que criminalizar más profundamente al penado, en lugar de corregirlo, por ende, de ayudarlo a emprender cambios en su actitud personal.

Siguiendo esta idea, Foucault expresa: “Las prisiones no disminuyen la tasa de la criminalidad: se puede muy bien extenderlas, multiplicarlas o transformarlas, y la cantidad de crímenes y de criminales se mantiene estable, o, lo que es peor, aumenta (…) La detención provoca la reincidencia. Después de haber salido de prisión, se tienen más probabilidades de volver a ella; los condenados son, en una proporción considerable, antiguos detenidos (…) La prisión no puede dejar de fabricar delincuentes. Los fabrica por el tipo de existencia que hace llevar a los detenidos: ya se los aísle en celdas, o se les imponga un trabajo inútil, para el cual no encontrarán empleo, es de todos modos no “pensar en el hombre en sociedad; es crear una existencia contra natura inútil y peligrosa”; se quiere que la prisión eduque a los detenidos; pero un sistema de educación que se dirige al hombre, ¿puede razonablemente tener por objeto obrar contra lo que pide la naturaleza? La prisión fabrica también delincuentes al imponer a los detenidos coacciones violentas; está destinada a aplicar las leyes y a enseñar a respetarlas; ahora bien, todo su funcionamiento se desarrolla sobre el modo de abuso de poder. Arbitrariedad de la administración: “El sentimiento de la injusticia que un preso experimenta es una de las causas que más pueden hacer indomable su carácter. Cuando se ve así expuesto a sufrimientos que la ley no ha ordenado ni aún previsto, cae en un estado habitual de cólera contra todo lo que lo rodea; no ve sino verdugos en todos los agentes de la autoridad; no cree ya haber sido culpable: acusa a la propia justicia”. Corrupción, miedo e incapacidad de los guardianes (…) ¿Quiénes son estos guardianes? Soldados liberados, hombres sin instrucción, sin inteligencia de su función, que tienen el oficio de guardar malhechores (…) La prisión hace posible, más aún, favorece la organización de un medio de delincuentes, solidarios los unos de los otros, jerarquizados, dispuestos a todas las complicidades futuras”

Nada más verdadero que esta crítica que abre Foucault como sentencia que inevitablemente se cumple a rajatabla en las comunidades carcelarias tanto nacionales como extranjeras, donde a los dichos del investigador, se le pueden agregar también el uso que se hace de los penados para la comisión de delitos desde adentro de las cárceles cuyos beneficios son mayoritariamente aprovechados por los distintos estamentos de las autoridades carcelarias. No se puede soslayar la participación corrupta de los guardia-cárceles, y de otras autoridades penales en la temática de las violaciones, sea en cárceles de hombres como de mujeres; como tampoco de la compra y venta de sustancias psicoadictivas, hasta llegar al colmo de negociar y revender los alimentos destinados a los presos, para el beneficio personal de quienes tienen el poder del manejo de la comida del penal.

Asimismo y siguiendo al autor Juan S. Pegoraro, quien en su artículo Las políticas de seguridad y la participación comunitaria en el marco de la violencia social” sostiene que: “El fracaso del sistema penal a su vez pone de manifiesto que tal fracaso tiene una función, ya que la política penal es en la realidad una “gestión diferencial de los ilegalismos”, que utiliza la represión y la tolerancia como herramientas políticas contingentes. La utilización de la mano de obra delincuente en múltiples tareas de servicios por la policía y por instituciones gubernamentales (matones, rompehuelgas, crimen del poder, participación en los robos, manejo de la prostitución, tráfico de drogas, tráfico de armas, etc.) ha acompañado a la historia humana, pero asume formas y fines diversos”.

Foucault roza otra temática igualmente desesperanzadora, cuando trata el tema del destino de los detenidos liberados: “Las condiciones que se deparan a los detenidos liberados, los condenan fatalmente a la reincidencia: porque están bajo la vigilancia de la policía; porque tienen asignada o prohibida la residencia en determinados lugar o lugares; porque “no salen de la prisión sino con un pasaporte que deben mostrar en todos los sitios adonde van y que menciona la condena que han cumplido”. El quebrantamiento de destierro, la imposibilidad de encontrar trabajo y la vagancia son los factores más frecuentes de la reincidencia”

En efecto, la imposibilidad de encontrar trabajo, una vez que ha salido en libertad, hace que ahora como hombre liberado no halle un medio válido para el sustento de su vida, lo cual lo empuja y coloca en una situación de vulnerabilidad tan grande, que el recurso de valerse por sí mismo lícitamente, naufraga, volviendo a conductas pasadas que le permitieron la subsistencia. En este volver hacia atrás, el sujeto vuelve a encontrarse en un mundo hostil, donde lo que prevalece es la repetición de situaciones anómalas, por lo que las modalidades de afrontamiento serán del tipo de la “sobrevivencia del más apto” aprendidas en prisión. El aspecto mesológico se vuelve en contra del liberado, por lo que el castigo continúa también en el afuera, en la libertad. Sigue pues, condenado al fracaso y a la reincidencia.

Más agudos aún son los comentarios que le siguen, cuando magistralmente Foucault reflexiona: “La prisión no era efectivamente correctora y que la técnica penitenciaria se mantenía en ella en estado rudimentario, y contra el hecho de que al querer ser correctora, pierde su fuerza de castigo, que la verdadera técnica penitenciaria es el rigor, y que la prisión constituye un doble error económico: directamente por el costo intrínseco de su organización e indirectamente por el costo de la delincuencia que no reprime”

Esta idea de “al querer ser correctora, pierde su fuerza de castigo”, podría explicarse desde una visión psicoanalítica, como que ahí donde se ha cometido una falta, una trasgresión, debe haber una sanción que lleve al sujeto a una paulatina asunción de culpabilidad subjetiva, para que asuma la responsabilidad de sus actos. Pero nada de esto parece funcionar.

Foucault sigue adelante con el tema, y se ocupa de las 7 máximas universales de la buena “condición penitenciaria”, tal como figura en la reforma definida en 1945, y de la cual todavía hoy se esperan tan maravillosos efectos.

Escuetamente se los menciona:

1. La detención penal debe, por lo tanto, tener como función esencial la transformación de comportamiento del individuo (…) La pena privativa de libertad tiene por fin esencial la enmienda y la readaptación social del condenado (Principio de la corrección).

2. La distribución en los establecimientos penitenciarios de los individuos condenados a penas inferiores a un año tiene como base el sexo, la personalidad y el grado de perversión del delincuente (Principio de la clasificación)

3. Se aplica un régimen progresivo…con el fin de adaptar el tratamiento del preso a su actitud y a su grado de enmienda. Este régimen va del enceldamiento a la semilibertad…El beneficio de la libertad condicional se ha extendido a todas las penas temporales. (Principio de la modulación de las penas).

4. Todo condenado de derecho común está obligado al trabajo…Nadie puede ser obligado a permanecer ocioso (principio del Trabajo como obligación y como derecho)

5. El trato infligido al preso, al margen de toda promiscuidad corruptora…debe tender principalmente a su instrucción general y profesional y a su mejora (Principio de la educación penitenciaria)

6. En todo establecimiento penitenciario funciona un servicio social y médico-psicológico (Principio del control técnico de la detención)

7. Se presta asistencia a los presos durante la pena y después con objeto de facilitar su readaptación (Principio de las instituciones anexas)

Estos siete principios ya existían escritos a mediados del 1800, es decir un siglo atrás, y aún hoy todavía, se espera tener los maravillosos resultados que aquellos preconizan… cosa que no sucede. De ahí que Foucault considere que el sistema penitenciario como tal es un fracaso rotundo, pero ¿por qué?

“Sería preciso entonces suponer que la prisión y de una manera general los castigos, no están destinados a suprimir las infracciones; sino más bien a distinguirlas, a distribuirlas, a utilizarlas; que tienden no tanto a volver dóciles a quienes están dispuestos a transgredir las leyes, sino que tienden a organizar la trasgresión de las leyes en una táctica general de sometimientos. La penalidad sería entonces una manera de administrar los ilegalismos, de trazar límites de tolerancia, de dar cierto campo de libertad a algunos, y hacer presión sobre otros, de excluir a una parte y hacer útil a otra; de neutralizar a éstos, de sacar provecho de aquéllos.

En suma, la penalidad no “reprimiría” pura y simplemente los ilegalismos; los “diferenciaría”, aseguraría su “economía” general. Y si se puede hablar de una justicia de clase no es sólo porque la ley misma o la manera de aplicarla sirvan a los intereses de una clase, es porque toda la gestión diferencial de los ilegalismos por la mediación de la penalidad forma parte de esos mecanismos de dominación”

Qué frase tan puntual se puede extractar de este análisis explicativo que da Foucault, para comprender aún hoy el fracaso de la justicia penal-penitenciaria cuando advierte de la gestión diferencial de los ilegalismos como parte de los mecanismos de dominación.

Es la ley funcionando a la medida del poder que maneja el orden social. Ciertamente, el poder lo detenta determinada clase social, a la que justamente no pertenece la gran mayoría de homicidas, asesinos y ladrones. Pensemos sino en los imputados de delitos de cuello y guante blanco que luego del proceso judicial penal, si es que se llega a ello, son juzgados y puestos en prisión. De esta forma y como bien dice Foucault “sería hipócrita o ingenuo creer que la ley se ha hecho para todo el mundo en nombre de todo el mundo; que es más prudente reconocer que se ha hecho para algunos y que recae sobre otros…”

La delincuencia común, los criminales, asesinos, todos aquellos alcanzados por el sistema carcelario, constituyen un ilegalismo aislado, controlado, penetrado, organizado y encerrado en un medio definido, y se les otorga un rol instrumental respecto a otros ilegalismos. Así, socialmente se le otorga a éstos el patrimonio de toda la malicia, lo abyecto, lo peligroso, lo que permite circunscribir a este tipo de ilegalismo como el más punible, desde la paradoja de que al mismo tiempo que se lo castiga mediante la prisión, desde ahí mismo se lo genera, “solidificando la delincuencia en el movimiento de los ilegalismos”.

La cuestión que a Foucault le interesa resaltar, con respecto a este ilegalismo de la delincuencia de las clases pobres en prisión, será el ilegalismo de otra delincuencia, propia de la riqueza y que se halla tolerada por las leyes y la indulgencia de los tribunales como también de la discreción de la prensa.

IV) Conceptos y comentarios del Cap. III “LO CARCELARIO”, contenido en la 3º parte de la obra “PRISION”

La disciplina carcelaria como “una operación de encauzamiento de la conducta”; disciplina que no sólo pertenece a la prisión, sino que coexiste con otras formas de control sobre las cuales se apoya, así en la medicina, la educación general, la dirección religiosa, entre otras.

Pero, también la técnica disciplinaria se convierte en una disciplina que tiene su escuela.

Foucault hace un recorrido de la técnica disciplinaria de las distintas instituciones sociales, así nos cuenta: “Continuidad de las propias instituciones que remiten las unas a las otras (de la asistencia al orfanato, a la casa de corrección, a la penitenciaría, al batallón disciplinario, a la prisión; de la escuela a la sociedad de patronato, al obrador, al refugio, al convento penitenciario; de la ciudad obrera al hospital, a la prisión). Continuidad de los criterios y de los mecanismos punitivos que a partir de la simple desviación hacen progresivamente más pesada la regla y agravan la sanción. Gradación continua de las autoridades instituidas, especializadas y competentes (en el orden del saber y en el orden del poder) que, sin arbitrariedad, pero según los términos de reglamentos, por vía de atestiguación y de medida jerarquizan, diferencian, sancionan, castigan, y conducen poco a poco de la sanción de las desviaciones al castigo de los crímenes”

Más adelante dirá “lo carcelario naturaliza el poder legal de castigar, como legaliza el poder técnico de disciplinar”.

El poder técnico de disciplinar se extrae de los saberes de la psicología científica, la psiquiatría, la medicina, etc., así saber y poder se entremezclan en la legalidad del castigar. Estos saberes que responden al concepto de la “normalidad” van generando veredictos terapéuticos y encarcelamientos readaptadores.

De esta manera Foucault describe la existencia de “jueces de normalidad” por doquier: el profesor-juez, el médico-juez, el educador-juez, el trabajador social-juez, y todos ellos manejan la universalidad de lo normativo. “El sistema carcelario constituye una de las armazones de ese poder-saber que han hecho históricamente posibles las ciencias humanas”

La organización social se ha vuelto panóptica, ya que “el tejido carcelario de la sociedad asegura a la vez las captaciones reales del cuerpo y su perpetua observación; es, por sus propiedades intrínsecas, el aparato de castigo más conforme con la nueva economía del poder, y el instrumento para la formación del saber que esta economía misma necesita”

Para ir concluyendo con las inagotables ideas de Foucault, se rescata aquella que en relación al análisis que hace de la prisión, dice: “Que la prisión no es la hija de las leyes, ni de los códigos, ni del aparato judicial; que no está subordinada al tribunal como el instrumento dócil o torpe de las sentencias que da y de los esfuerzos que quisiera obtener; que es él, el tribunal, el que es, por relación a ella, exterior y subordinado. Que en la posición central que ocupa, la prisión no está sola, sino ligada a toda una serie de otros dispositivos “carcelarios”, que son en apariencia muy distintos –ya que están destinados a aliviar, a curar, a socorrer-, pero que tienden todos como ella a ejercer un poder de normalización. Que estos dispositivos se aplican no sobre las transgresiones respecto de una ley “central”, sino en torno del aparato de producción –el “comercio” y la “industria”-, una verdadera multiplicidad de ilegalismos con su diversidad de índole y de origen, su papel específico en el provecho y la suerte diferente que les procuran los mecanismos punitivos. Y que, finalmente, lo que rige todos estos mecanismos no es el funcionamiento unitario de un aparato o de una institución, sino la necesidad de un combate y las reglas de una estrategia”.

Así va haciendo alusión a complejas relaciones de poder, donde lo carcelario está al servicio de mecanismos que amparan ciertos ilegalismos condenando a otros, valiéndose para ello de procedimientos calculados, de técnicas y ciencias que permitan la fabricación del individuo disciplinario.

V) Consideraciones finales

Foucault propone una neo concepción del poder, una “microfísica del poder”, que inviste el cuerpo para volverlo útil y obligado, deudor.

El poder es una estrategia, sus efectos son atribuibles a funciones sociales complejas, a tácticas políticas. Se ejerce sobre lo que posee.

Sus relaciones descienden lejos en el espesor de la sociedad.

El poder se define por singularidades sobre la red social donde es tomado. Si las sociedades modernas son disciplinares, la disciplina no se identifica para Foucault con un aparato del Estado, o con instituciones; las relaciones de poder no se localizan en las relaciones del Estado. La disciplina es una tecnología difusa, instrumento multiforme que atraviesa aparatos e instituciones y las relaciona al mismo tiempo.

El poder no se da como una globalidad trascendente y piramidal: es inmanente a su pluri-difusión. El poder opera, se infiltra y religa a través de sus técnicas disciplinares, conformando miríadas de líneas que se amalgan en constelaciones seriales.

Pero, volviendo a la naturaleza de la prisión, ésta, a diferencia del derecho penal que “habla, dice”, la prisión “ve y deja ver”, es un campo de visibilidad. El Panóptico es una máquina que disocia la dupla ver-ser visto, en el anillo periférico se es totalmente visto, sin nunca ver; en la torre central, se ve todo, sin ser visto jamás. Esta máquina de visibilidad distribuye los cuerpos, las luces, las miradas, y produce efectos homogéneos de poder. Así, en el Panóctico de Bentham los prisoneros devienen visibles todo el tiempo, y esta visibilidad se transforma en una trampa, siempre son vistos, vigilados desde la torre central ya que se divisan las pequeñas siluetas captadas en las células periféricas que se recortan exactamente sobre la luz.

El panóptico atraviesa todas las funciones enunciables: educación, salud, etc., debiendo ser comprendido como un modelo generalizado de funcionamiento, es decir como una manera de definir las relaciones de poder con la vida cotidiana de los hombres, es el diagrama de un mecanismo de poder llevado a su forma ideal; su funcionamiento, abstraído de todo obstáculo o resistencia, puede representarse como un puro sistema arquitectónico óptico, ya que en efecto es una figura de tecnología política que se puede y se debe separar de todo uso específico. Por lo tanto, el panóptico es útil para imponer una tarea o una conducta a una multiplicidad de individuos.

El espacio no debe ser muy extenso, el número de personas vigiladas debe ser restringido a un cierto número.

Más que una máquina de visibilidad, el panóptico es una “máquina abstracta”, una manera de hacer funcionar las relaciones de poder en una función, y una función para esas relaciones de poder. Por lo tanto es a la vez una formación de expresión y una formación de contenido. El panóptico es un diagrama entre otros diagramas de mecanismo de poder, pero es el que ha hecho co-adaptar históricamente la “forma prisión” con la “forma derecho penal”.

Cada estrato histórico está estratificado por un diagrama de mecanismo de poder diferente y cambiante, el cual opera mutaciones sobre el tipo de realidad histórica. El diagrama organiza las relaciones microfísicas, estratégicas y difusas.

El Panóptico, no es encierro ni violencia, es diagrama, por lo que tiene una función souple y móvil, a la vez que es libre de todo uso específico, ya que el diagrama es “en mutación”.

VI. Bibliografía y fuentes consultadas:

1. Foucault Michel, Vigilar y Castigar, nacimiento de la prisión, Siglo

XXI Editores

2. http://1libertaire.free.fr/Foucault38.html

3. http://www.serpsy.org/psy_levons_voile/personnalite/nom_index.h tml

ver Foucault Michel



[3] Foucault Michel, Vigilar y Castigar, nacimiento de la prisión, Siglo XXI Edit.






3 comentarios:

Anónimo dijo...

ahora mismo estoy agregando este website a mis favoritos. lo recomendare

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Anónimo dijo...

Muy buen post, estoy casi 100% de acuerdo contigo :)

Anónimo dijo...

Saludos, muy interesante el articulo, espero que sigas actualizandolo!